viernes, 12 de noviembre de 2010

LA XXI EDICION DE CIRCUITOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID

El pasado 3 de Noviembre se llevó a cabo la inauguración de la XXI edición de los Circuitos de Artes Plásticas (Circuitos MMX, Espacios compartidos) que convoca el Gobierno de la Comunidad de Madrid. El objetivo de esta actividad, es impulsar a los artistas jóvenes, menores de 35 años que trabajan en la región.
En esta ocasión, se designó a Iván López Munuera como comisario de la exposición, quien tuvo el difícil trabajo de dar unidad a ocho propuestas independientes, que lograra justificar el uso de un espacio común, especialmente si tomamos en cuenta que el único criterio de conexión fue la condición de ser joven.
Los trabajos pertenecen a Esther Achaerandio, Bongore, Lara García, Iganacio García Sánchez, Lilli Hartmann, Daniel Martín Corona, Momu & No Es con sus dos integrantes y Teresa Solar Abboud.

La muestra resulta ser muy diversa, no solamente en cuanto a los temas y a las técnicas que los artistas trabajan. Diversa es también la trayectoria de cada uno o una de ellas y los estudios académicos realizados, por lo que el comisario optó por realizar una entrevista lo más estandarizada posible que le diera luz sobre los puntos de articulación. De hecho, estas entrevistas se nos entregan en el catálogo y nos permiten hacernos un perfil y sentirnos más cercanos a la experiencia artística y las inquietudes que los impulsan a querer permanecer y crecer en el campo artístico. Qué encontró Iván López es algo que se ilustra a la entrada del salón. Los nombres de cada joven aparecen haciendo fila en la blanca pared y de cada uno de ellos se delizan puntos de colores como delgadas serpientes que recorren el espacio para intersectarse y arribar a los nombres de los cuatro continentes que han sido por ellos visitados, a los de los materiales utilizados en las obras mostradas, a los tiempos de producción y a los presupuestos económicos finalmente invertidos. Debajo de cada nombre además, en papel cartón encontramos un pequeño buzón que contiene palabras clave, significantes que juegan desde dentro y que se asoman furtivamente invitando a ser manipulados por el espectador. Al lado, un televisor anuncia lo que habremos de encontrar y en el suelo, están colocados los catálogos insertos en bolsas de zip-loc. Nos sorprende no encontrar un catálogo convencional. Es más bien una réplica de la dificultad de unificar trabajos muy particulares. Cada autor cuenta con un sobre color pastel con su nombre y el de su propuesta y contiene dentro la transcripción de la entrevista en castellano. Los sobres se suceden uno tras otro, así como tarjetas postales de los trabajos puestas al azar y un pequeño folleto reproduce lo que encontramos en la bolsa y añade los créditos a las autoridades gubernamentales y a los participantes en la puesta en escena de esta edición. Lo que unifica, es la bolsa plástica en sí, y parece un símil de las bolsitas que nos obligan a portar cuando viajamos en avión.

Y es que lo que encuentra de elemento vinculador el comisario, son propiamente los circuitos en relación a las experiencias de viaje, el humus del que emergen sus realizaciones, de allí el uso a lo mejor, de elementos “viajeros” en este intento de orquestación.Cómo separar sin aislar y cómo unir sin forzar? Cómo hacer posible ese concepto de “divergencias y convergencias” de las que habla Iván López?
La disposición en los salones era otro problema a resolver. El uso de bandas verticales transparentes, recuerdan nuevamente, las bandas de chequeo en los aeropuertos, pero aquí la transparencia se usa derribando ese concepto de “seguridad nacional” para por el contrario, ser elemento que permita una intimidad sin velar, más bien sugiriendo y anticipando lo que se iba a encontrar al pasar de un circuito al otro. Se produce una transición suave en una muestra que además, cuenta con materiales de crítica muy fuerte, pero sin despotenciarla, sin atropellar su carácter. Conservar esa individualidad precisamente, sin aniquilarla sino remarcándola, aprovechándola, para permitir que la heterogeneidad sobreviva, esa disparidad que estos protagonistas se han topado al viajar, cuyas marcas personales nos permiten vislumbrar la necesidad que la mayoría de ellos tiene de ir a otros lares en busca de nuevas experiencias desde dónde ponerse a prueba y nutrir su talento y también, mostrarlo a los demás para iniciar el diálogo.

Más allá de las dificultades de una muestra de este tipo y de la inventiva y agudeza que demuestra el comisario, sí considero que hay aspectos que son parte de la cura y a los que se les debe prestar atención. Por algo la palabra cura significa “cuidar”. Me refiero concretamente a los materiales utilizados para eliminar la condición de “cubo blanco” en los aposentos y a ciertos detalles de la edición en papel. Por otra parte, el plástico utilizado en las cortinas verticales genera una elevación muy poco confortable de la temperatura, además de que la evaporación tóxica daña los ojos. La letra del material escrito es excesivamente pequeña, lo que desestimula la lectura. Contiene también errores tipográficos y existe un cierto desorden en los rubros de presentación de los autores. Como lo plantea Rosalyn Deustche, parte de “las condiciones en que se enmarca la designación de objetos como obra de arte….es el aparato físico que lo sostiene….” Y en este aparato físico se debe incluir el extremo cuidado en la presentación de la obra de los autores, que, no por ser jóvenes, merecen ser menos cuidados que los “no jóvenes”.

Priscilla.

Circuitos MMX: la nueva escena de arte joven emergente.


Irene López



El centro de Arte Joven Avenida de América acoge los XXI Circuitos de Artes Plásticas 2010 donde 8 artistas menores de 35 años que han sido seleccionados en esta nueva edición, presentan sus obras hasta el 8 de Enero del 2011. Es importante señalar el valor que este certamen tiene para la promoción del arte emergente y el esfuerzo de las instituciones de la Comunidad de Madrid por favorecer e incentivar la creación artística entre los jóvenes residentes en la capital. Fruto de este esfuerzo, nace el Centro de Arte Joven creado en 1990 bajo el nombre de Centro de Recursos Culturales, y que posteriormente, ha pasado a denominarse tal como hoy lo conocemos. Este nuevo cambio ha hecho ampliar su labor de difusión del arte emergente: exponen autorías internacionales y colaboran con universidades, además un comisario independiente se encarga de la organización de las nuevas exposiciones, como ésta última, comisariada por Iván López Munuera. La exposición Circuitos apuesta por dar salida a las nuevas voces artísticas que luchan por expresarse y dar a conocer su visión del mundo, de este modo, nos encontramos con 8 propuestas diferentes entre sí y que no están unidas por un hilo conceptual común. Este aspecto queda soslayado por el carácter informal y dinámico que la exposición ofrece, respondiendo al ambiente juvenil y desenfadado que se respira en la exposición. El tejido individual que cada artista construye originalmente responde a una cosmovisión en común, tal como explica el propio López Munuera: “no es tanto la definición de una instalación intermedia como la fabricación de una atmósfera.” Una atmósfera pues que une artistas nacidos bajo una misma generación; una generación que se mueve, que viaja y que aprende, que experimenta con nuevos formatos, que mezcla, que convive con la hibridación de las artes, con la aproximación a esferas artísticas que son capaces de generar un diálogo crítico, una puesta en evidencia de las suturas de la sociedad en crisis, una puesta en entredicho de los valores del capitalismo occidental, un énfasis en señalar que el arte aún tiene en sus manos la capacidad de acción, de crítica y de cuestionamiento. Por ello, López Munuera ha creado un montaje expositivo capaz de satisfacer y de no interrumpir los diferentes espacios dedicados a cada artista: Lara García Reyne, José Luis Bongore,, Daniel Martín Corona, Ignacio García Sánchez, Teresa Solar y MOMU & NO ES, Esther Achaerandio, y Lili Hartmann son los protagonistas y los elegidos en esta nueva edición del certamen. Así, cada artista disfruta de una individualidad y de un espacio personal para exponer su proyecto. 8 espacios que quedan separados por cortinas de plástico trasparente, lo que posibilita la visibilidad entre los diversos lugares y a la misma vez favorece la posibilidad de un discurso en conexión, es decir, la creación de un circuito que acoge el mundo particular de cada artista. En la planta cero, se presentan 4 de las propuestas que responden a un criterio de selección dispar; no hay un uso de un material común, ni temático, sino que cada uno plantea y utiliza diferentes soportes y temáticas. Una instalación, una videoproyección, una cámara de circuito cerrado, una obra conceptual. El visitante se sumerge en el universo artístico de cada propuesta que mezcla y utiliza diversos formatos, con la desventaja de que el olor constante a plástico impide por momentos una concentración adecuada. En el piso superior quedan expuestas los restantes; de nuevo la mezcla de materiales y de soportes son los leit motivs que reinan en este espacio. La video instalación es el formato líder en esta exposición colectiva, sin embargo, no se han ofrecido los medios adecuados para una correcta visualización, sólo en una de las salas se ofrece un asiento donde apenas cabe una persona. Una de las propuestas que más merecen la atención es fragmentos de una mitología contemporánea, presenta una serie de dibujos en miniatura con una capacidad crítica e irónica inaudita; el problema es la excesiva iluminación que deslumbra al espectador, hecho que dificulta una visión adecuada. Así mismo, el plástico de las paredes y las cartelas de papel en alguno de los casos, reafirma la idea de exposición informal. Cabe destacar la originalidad de la propuesta, pues no hay que olvidar que se trata de una exposición colectiva y por ello conlleva en si una doble dificultad: la de articular un discurso coherente y común sin pasar por alto la individualidad de cada protagonista y la disponer, con pocos medios, de un montaje innovador. Sin duda, la colaboración de C+arquitectos, ha ayudado a la creación de un planteamiento museográfico capaz de satisfacer esta premisa. Hay que sumar a este hecho, la creación de un más que original catalogo creado por Monster Club, una suerte de mapa que clarifica y favorece el entendimiento de esta exposición de jóvenes artistas a los que por seguro, les espera un futuro prometedor.



Sobre Circuitos MMX y el comisariado

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La Sala de Arte Joven es una sala de la Comunidad de Madrid, dependiente de las Dirección General de Archivos Museos y Bibliotecas. Este dato es importante; hablamos de políticas públicas culturales. Su objetivo declarado es promover y difundir el arte emergente favoreciendo el acceso a los canales profesionales a los jóvenes artistas menores de 35 años y residentes en la región. Para ello, según se publica en www.madrid.org, acoge en su programación una convocatoria anual que conforma la exposición itinerante Circuitos de Artes Plásticas, que este año cumple su vigésimo primera edición. A su vez mantiene una política de apoyo a jóvenes comisarios que se materializa en otra convocatoria anual cuyo ganador define la programación del primer semestre del año. El 2 de noviembre se publicaba en dicha web el resultado de la última convocatoria que otorgaba el papel de nuevo comisario de la sala durante el primer semestre de 2011 a Roberto Vidal. Al día siguiente se inauguraba la actual edición de Circuitos de Artes Plásticas, comisariada por Iván López Munuera que podrá visitarse hasta el 8 de enero de 2011. Como he comentado, la muestra acorde con las buenas prácticas respecto al circuito público del arte, es resultado de una convocatoria pública. El aparato de valoración es un jurado o comité especializado compuesto por profesionales del sistema de arte, figuras políticas y el comisario de la exposición. Este año los artistas privilegiados por el jurado, cuyas obras pueden verse en la exposición son: Lara García, Bongore, Ignacio García Sánchez, Teresa Solar Abboud, Daniel Martín Corona, Lilli Hartmann, Esther Achaerandio, y el colectivo Momu & No Es.

Busco entre las convocatorias y no encuentro cómo se define el rol del comisario de la exposición. Llego siguiendo sus palabras y textos hasta nuestra inclusiva y exclusiva comunidad emocional, cuya impronta puede seguirse a lo largo de muchos de los fenómenos culturales de la ciudad. Su rastro me lleva a una novedosa plataforma curatorial reunida entre Matadero y el Musac, una red de jóvenes comisarios que convive con la generación anterior que dio lugar a ese manual de buenas prácticas del ecosistema artístico y cultural, entre los que encontramos como símbolo al actual director de MNCARS. Una propuesta que ha de dialogar además con las prácticas más radicales y contemporáneas en el ámbito de la mediación, la educación, la pedagogía y la posibilidad.

Muchos de los trabajos que componen Circuitos tienen un fuerte sentido crítico, desde la verdaderamente elegante Lilli Hartmann y el fino molde de lo real de Daniel Martín Corona, hasta la contundencia del joven y tullido proletario de Ignació García Sánchez o del europeo buscando trabajo de Bongore. Los planteamientos de los ocho proyectos que acoge la exhibición están a la orden del día en los debates contemporáneos. Aún así, la forma de participación de los artistas en la actual edición, hace que no se haga explícito un leitmotiv de la exposición y que se percibida el reto comisarial de concretar un uso del espacio compartido. Salta a la vista la dificultad y necesidad de redefinir los habitáculos blancos de la sala, el diseño divide la disposición de las obras y también al visitante, lo disuade de ocupar los distintos espacios. Me quedo con un panel que encuentro en la entrada y presenta un punto de vista relacional a través de diagramas que permiten interpretar esos circuitos e itinerarios geográficos, materiales, económicos y temporales. Me confunden las cartelas con forma de flechas que parecen señalar la obra equivocada. Entre las propuestas que componen Circuitos conviven acuerdos y desacuerdos, acercamientos distantes que generan un espacio dialógico apoyado y promovido por una preciosa contribución curatorial, una serie de entrevistas que me vinculan con el otro, en este caso los artista. Una decisión de Iván López Munuera, que me permite preferir la noción de procomún frente a la de comunidad emocional y a la participación de unos pocos, los que están cerca. Cada entrevista un don, un regalo, un vehículo hasta el relato del otro.

No pasa desapercibido el nombre del comisario. Tampoco cuándo y 'cuánto' encuentro su nombre, en el texto, su traducción, la gráfica o la sala. Porque hablar de las formas de comisariado es hablar de procesos de legitimación, de políticas culturales o, simplemente, política. De cómo se define la participación en el sistema del arte.

Iván López Munuera nace en Madrid, en 1980. Es crítico y comisario independiente de arte contemporáneo. Explora la inscripción del arte contemporáneo en el contexto crítico de las ciencias sociales y en los estudios de medios. Ha realizado labores de comisariado, documentación y gestión en instituciones como ACAX (Agency for Contemporary Art Exchange), ARCO, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, la Fundación MAPFRE, la Fundación Suñol, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales, el Ludwig Museum, Matadero Madrid y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Y publica regularmente en revistas como Arte y Parte, Goya, Lápiz, Pasajes de Arquitectura y Crítica, Pasajes Diseño o Urgente.

12 de noviembre, 2010
aka

CIRCUITOS MMX

EL LABERINTO COMPARTIDO

Análisis curatorial de CIRCUITOS MMX

Una exploración cartográfica que desciende al inmenso abismo de la nada. Una máscara forjada con billetes de cincuenta euros y formulados capitalistas. Una radio desarmada junto a varios recortes de periódico sobre el genocidio ruandés. Desplegables de instrucciones que nos indican cómo comportarnos en la sociedad del bienestar…

Estas y otras inquietantes escenas se podrán contemplar hasta el 8 de Enero en la Sala de Arte Joven Avenida de América. Los responsables de las obras expuestas son ocho jóvenes artistas con muy poco en común; trabajan en Madrid, son menores de 35 años y han ganado la convocatoria de la vigésimo primera edición de Circuitos de Artes Plásticas.

Resulta difícil hallar un hilo conductor en sus obras; más allá del tono crítico general y cierta disidencia político-social, no se aprecian analogías temáticas ni pautas que puedan englobar las obras en una propuesta común ni mucho menos en un manifiesto generacional.

Como bien apunta Teresa Abboud, en las exposiciones colectivas los trabajos no salen bien parados si no hay un buen comisariado. Ese ha sido el cometido de Iván López Munuera, poner orden a un friso de personalidades tan distintas como las técnicas y materiales empleados; desde el vídeo de Esther Achaerandio (Ejercicio de autoayuda III, afirmaciones para atraer el dinero), a las acuarelas de Ignacio García (Fragmentos de una mitología contemporánea), pasando por las instalaciones Teresa Solar Abboud, Sin título (Descenso al abismo Challenger).

La opción más fácil sería aislar las ocho propuestas, dejando que el espectador se encuentre con un artista tras otro. La alternativa; liberar en un mismo espacio una jauría de voces que confluyan en total anarquía. Pero si el objetivo principal del comisario es elaborar criterios y diálogos entre las piezas, lo primero es identificar las conexiones existentes. Puesto que López Munuera concibe al grupo como “una sociedad aristada, llena de confrontaciones, de acercamientos contrapuestos y no pacificados, en debate”, su estrategia es analizar la identidad y el discurso de cada uno, y descubrir después qué es aquello que los conecta.

La herramienta fundamental de aproximación a su trabajo es la entrevista, donde les plantea una serie de cuestiones comunes como las experiencia formativa, la influencia del viaje, la ironía, técnicas y metodologías, las exposiciones colectivas, y conceptos como éxito, fracaso, futuro, o el contexto “arte”.

A través de las reflexiones obtenidas, establece una serie de circuitos que serán el eje del diseño global de la muestra; unos particulares diagramas (expuestos en la entrada y también en el catálogo) que enlazan a los artistas con cuatro aspectos que han determinado supuestamente la naturaleza de sus obras; materiales empleados, tiempos de producción, presupuestos y viajes realizados en los últimos 5 años (en mi opinión, este último punto resulta muy ambiguo, pues no todos los viajes son determinantes en la creación y por otra parte, la catalogación del mundo en cuatro espacios me parece vaga e imprecisa).

López Munuera ha encargado a C+ arquitectos toda una innovadora escenografía, diseñada especialmente para un encuentro con el espectador que resulta bastante lúdico. Un original montaje en el que el espacio queda repartido equitativamente entre las ocho propuestas, jalonadas por unas cortinas de pvc que, en función de su opacidad (transparentes, de rejilla, o totalmente negras), permiten vislumbrar en mayor o menor medida las instalaciones contiguas; obligando a los artistas a compartir sonidos, luces, accesos (las salas son a su vez atajos de otras), atmósferas y sensaciones. Las miradas y voces de los seleccionados pueden así dialogar sin llegar a pisarse ni eclipsarse. Por ejemplo, en toda la planta superior se escucha una mezcla de sonidos heterogéneos, subrayada por el turbador silbido de Ondas que matan, cuyo significado último contradice a aquel que el visitante ha ido preconfigurando en su itinerario. En la inferior, es muy interesante ver cómo el espacio designado a Daniel Martín Corona desempeña un juego con el exterior que afecta al interior (algunos transeúntes despistados se detienen extrañados ante la instalación, como si estuvieran ante una tienda de mobiliario, tratando de contextualizarse y de intuir los espacios más profundos donde la luz se va filtrando hasta la oscuridad).

La sensación de manufactura es una constante en todo el diseño corporativo de la exposición; además del plástico, que cubre por completo alguna de las salas, el material omnipresente es el cartón; en las pequeñas figuras recortables que configuran los circuitos, en los canastos asignados cada artista, en los ingeniosos catálogos diseñados por Monsters club (un completísimo pack con cuadernillos individuales, entrevistas, y fotos de las obras, realizadas por Jorge López conde y Anna Tomich), e incluso en toda la estética del ingenioso vídeo de presentación, (que debido a su emplazamiento pasa un poco desapercibido).

En definitiva, la concepción curatorial de Circuitos MMX acaba convirtiéndose en una obra más, por no decir la protagonista. Este hecho puede ser interpretado como un acto narcisista o innecesario, pero recordemos que esta convocatoria es un escaparate, una plataforma de lanzamiento de nuevas promesas del arte, y su promoción no debería pasar inadvertida. Entendiendo el atractivo para el público como un objetivo, la singularidad e incluso la provocación resultan indispensables.

Lo cierto es que los seleccionados necesitan esa proyección, todos quieren seguir desarrollando su carrera artística, pero ven el futuro incierto (todos excepto Momu & No es, precisamente las más irónicas). López Munuera utiliza las herramientas adecuadas para realzar ante todo la personalidad de los artistas, defendiendo su protagonismo absoluto, incluyendo en la exposición impresiones de sus rostros, como si fueran ídolos de masas, erigiéndoles en las estrellas en las que, de momento, no se han convertido.

Adrián Silvestre.

Cicruitos MMX de la comunidad que viene



Los Circuitos de Artes y Fotografía nacieron en 1988 de la iniciativa del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que ofrece a jóvenes artistas madrileños menores de 35 años la posibilidad de exhibir sus propuestas artísticas en una plataforma de lanzamiento creada especialmente para ellos. La idea principal, bajo la cual se celebra cada edición es apoyar la creación de nuevos dialectos artísticos y elegir las voces más emergentes de los presentados a la convocatoria. Este año, el jurado ha seleccionado ocho artistas: Lara García, Ignacio García Sánchez, Bongore, Teresa Solar Abboud, Daniel Martín Corona, Ester Achaerandio, Momu & No Es, y Lilli Hartmann.


Iván López Munuera(1980), miembro del jurado, es crítico y comisario independiente de arte contemporáneo. Su trayectoria profesional vincula desde el principio el arte español y el diseño (está preparando la tesis doctoral sobre La Construcción de la Identidad en el Arte Español, además de ser colaborador habitual de las revistas como Lápiz, Goya, Arte y Parte, Pasajes Diseño o Urgente). No es de extrañar que el papel del comisario llegara a sus manos. Como lugar de la exhibición de las obras, ha sido elegida de nuevo la Sala de Arte Joven, que el día 4 de noviembre celebró la inauguración de “Circuitos MMX. Espacios Compartidos”.



En el catálogo de la exposición, el comisario subraya en unas primeras palabras que: "No hay un concepto o hilo conductor que unifique todos los trabajos presentados". Consciente de cierta carencia de un leitmotiv de las propuestas artísticas presentadas por los artistas, tuvo que crearlo ex nihilo. En efecto su idea de construir la exposición, conscientemente o no, hace referencia al sistema de las leibnizianas monadas "sin puertas y ventanas" que debajo de “lo visible”, comparten unas ideas que las conectan entre ellas.


El concepto por el que apuesta Munuera es sustituir los “espacios paralelos” por los “espacios compartidos”. Para conseguirlo concentra todas las obras en sólo dos de los cuatro niveles disponibles de la Sala y pretende acercar la mirada del espectador, a lo compartido, aunque se nota un determinado peso del esfuerzo para llegar allí.


El territorio físico de dos niveles de la Sala de Arte Joven es más bien un enclave pequeño que teme a horror vacui e intenta ser conquistado por las obras exhibidas. La mayoría de ellas está incómodamente “encerrada” en las “jaulas” de las transparentes cortinas de pvc que reservan una minidosis de independencia para ellas. Pero dicha transparencia las arranca de esta incubadora „íntima” y las confronta con el Otro (artista), y su “otro” lenguaje artístico (pintura, dibujo, vídeo, escultura), “otro” bagaje de experiencias e influencias. Les corresponde una autonomía de ser, pero es, más bien, una autonomía que bajo la idea del comisario, pretende ser compartida, a veces dolorosamente.


¿Ejemplos? Algunas de las esculturas de Ignacio García Sánchez se pierden en el plano de circuito. La iluminación de Mitologías cotidianas, no tiene piedad y esconde el contenido de los dibujos, pero para compensar dicha “falta”, ofrece la „revelación” de las caras de los espectadores en el cristal que cubre las obras de Sánchez. El olor de las paredes recién pintadas de blanco, muerde el olfato y el folio transparente que „incrusta” la pared donde está colgada la obra de Sánchez, hace escocer los ojos del espectador.


Pero sin sombra de duda, el diseño de la exposición, creado por C+arquitectas, merece un gran aplauso por su trabajo que, desde la entrada de la exposición, crea visiblemente la telaraña de las conexiones entre las propuestas del colectivo artístico que podemos llamar después de Agemben "La comunidad que viene". Igual el catálogo creado por MonstersClub, es una “prótesis” ideal para apoyar el esfuerzo del comisario que vehementemente, busca manera de revelar el compromiso entre “lo individual y lo común”, y “lo consenso y lo disenso”. El catálogo y el diseño subrayan gráficamente los territorios reservados para cada uno de los artistas desvelando las desenmascaradas conexiones entre sus proyectos como viajes que han dejado la huella en sus lenguajes artísticos, materiales que „construyen” su voz artística, tiempo necesario de realizar proyecto. E igual que la obra “Molde de lo real” de Daniel Martín Corona, ya menos irónicamente nos equipan en la instrucción de no perderse en el continente de los “Espacios Compartidos”


Además la idea de recordar a los espectadores la existencia de arte epistolar, también merece una medalla. Mandándoles „las cartas” que incluyen las entrevistas con los artistas que desnudan el micelio de sus proyectos y las muestras de las obras exhibidas, defenden constantemente la idea del comisario que pretende convertir la cacofonía visual de la exposición colectiva en una eufonía que acaricia el oído del espectador. Pero lo que hay que decir este objetivo tan bien marcado que se refleja en el concepto de la exposición, y su diseño, a veces pierde sus contornos en su montaje.

mfr.

Circuitos MMX. Una renovación comisarial de aires pop


La cita anual de Circuitos, que reúne cada año obras de hasta un máximo de 10 artistas menores de 35 años y residentes en la Comunidad de Madrid, se caracteriza en esta su 21ª edición por una cuidada puesta en escena.

El habitual lugar de acogida de Circuitos, la sala de arte joven de Avenida de América se ha transformado de acuerdo a las líneas estéticas que ha ideado el comisario de la muestra, Iván Lopez Munuera, junto con los propias artistas y C+arquitectos.


En la primera sala al entrar, sobre la pared de la izquierda, nos encontramos con un diagrama explicativo de lo que constituye la exposición. Así, gracias a un sistema de leyenda podemos ir desentrañando que materiales ha usado cada artista para las piezas expuestas en Circuitos, cuánto han costado, cuánto tiempo ha llevado su producción y qué continentes han visitado los artistas en los últimos 5 años.

De fondo se escucha el video promocional de la exposición, una melodía pop sesentera que acompaña a la estética del espacio.


En esta ocasión son ocho los artistas representados, cuatro en cada planta del edificio. A medida que uno recorre el espacio va atravesando cortinas de pvc transparentes cuya función es marcar una separación física entre artistas. La solución es discutible pero ante todo práctica. Enfrentarse a comisariar una exposición colectiva donde no existe una línea temática que articule la relación entre unas y otras obras es un ejercicio difícil. En este caso López Munuera establece varias fronteras, primero entre plantas, situando en el piso inferior a aquellos artistas más cercanos entre sí por el tratamiento que hacen de las ficciones narrativas, y en el piso superior a aquellos que abordan realidades sociales que llegan hasta el campo de la investigación. A medio camino entre la ficción y la realidad nos quedarían los dibujos de Ignacio García Sánchez, cuyo estilo nos recuerda a los libros de ilustración infantil pero que en realidad representan un imaginario apocalíptico de destrucción. Junto a los dibujos, hay dos piezas escultóricas que, también desde la ingenuidad de los materiales, se enfrentan a la paradoja de transmitir una cruda realidad.


Arriba se encuentran además la máscara de 1000 euros de Esther Achaerandio y sus afirmaciones para atraer dinero, Bongore y su planteamiento inverso de inmigración y Lara García, que tras un exhaustivo trabajo de investigación sobre el conflicto bélico en Ruanda expone una serie de evidencias, casi policiacas, a partir de piezas de radio a las que prueba como culpables.


En la planta de abajo Daniel Martín Corona, Teresa Solar Abboud, Lilli Hartmann y Momu y No Es presentan instalaciones que juegan con las dualidades de verdadero-falso, realidad-ficción. Así en el caso de Molde de lo Real de Daniel Martín Corona se ‘instruccionaliza’ un proceso como es la contemplación de un cuadro. Lilli Hartmann expone cuestiones existenciales desde el simbolismo del lenguaje, dentro de un encuadre naïve. Teresa Solar Abboud especula con lo que se encontraron los exploradores del Challenger cuando bajaron a la fosa Marianas, y así construye su propia ficción de un hecho real. Momu y No Es plantean lo difícil que es separar ficción y realidad para un escritor, jugando con las formas audiovisuales.


A lo largo de todo el recorrido otro de los detalles que llama la atención es que las paredes han sido cubiertas con sábanas de plástico fino, de las que se usan para proteger muebles cuando se pinta una habitación. La intención de esta modificación es en palabras del propio comisario: “romper con un espacio tan connotado como el cubo blanco”, al intervenirlo se convierte en un lugar objetivo, que ya no está cargado de la significación histórica.


El plástico aparece de alguna manera como hilo conductor y unificador de la exposición ya que incluso el catálogo viene dentro de una bolsa con autocierre, bien conocidas en estos tiempos ya que son las requeridas en los aeropuertos para transportar líquidos.

El catálogo, de distribución gratuita, es precisamente otro de los elementos que más se ha transformado. Se presenta en formato de ocho sobres, uno por artista, dentro se reproduce una entrevista donde se repasa su formación, carrera y planes para el futuro. Dentro de la bolsa se incluyen también dos imágenes de cada artista, impresas en tarjetas de alta calidad. Esta ‘de-construcción’ del catálogo, de tintes posmodernos, permite llevar a cabo una mini exposición según el gusto de cada visitante y facilita el archivo de la documentación, teniendo en cuenta la cuestión de espacio; más de uno nos hemos desecho de catálogos porque sólo nos interesaban uno o dos artistas o por la misma razón los hemos guardado, acumulando publicaciones en las estanterías.


Circuitos aparece como un ejercicio de reflexión beneficioso, tanto para el formato de la exposición anual, habiendo cumplido ya su mayoría de edad, como para el comisariado, donde una serie de guiños autoreferenciales apuntan a un relevo generacional que apuesta fuerte.


gm

CIRCUITOS MMX: ENTRE LO PÚBLICO Y LO INDIVIDUAL

CIRCUITOS MMX es el resultado de la vigésimo primera convocatoria Circuitos de Artes Plásticas que anualmente organiza la Comunidad de Madrid. Constituida por obras de ocho artistas menores de 35 años que viven y trabajan en esta comunidad, y que han sido seleccionados por un jurado, la exposición puede verse entre el 4 de noviembre de 2010 y el 8 de enero de 2011 en el Centro de Arte Joven de la Avenida de América.

Lara García Reyne, José Luis Bongore, Esther Achaerandio, Lili Hartmann, Daniel Martín Corona, Ignacio García Sánchez, Teresa Solar y MOMU & NO ES son los ocho artistas seleccionados. Se reparten ocho espacios diferenciados expresamente para la exposición distribuidos en dos plantas. Temas tan distantes aparentemente como el genocidio de Ruanda y los libros de autoayuda, y la convivencia de las técnicas más tradicionales con las últimas tecnologías hacen de ésta una exposición que refleja la diversidad que tiene lugar dentro de un mismo marco geográfico y generacional.

El encargado de comisariar la muestra fue Iván López Munuera, que también había sido parte del jurado. Con treinta años y amplia experiencia tanto como comisario como crítico de arte y docente, forma parte de la misma generación que los artistas seleccionados, y consigue empatizar con ellos y en particular con el momento profesional en el que se encuentran. La huella de ese territorio común está presente en su trabajo para la Sala de Arte Joven.

Dos ideas fundamentales se convierten en ejes de la exposición. Por un lado, la obligación de que, en una muestra en la que se exhibe la obra de ocho artistas tan diferentes, ninguna quede destacada sobre el resto y ninguna “desaparezca” en el recorrido, y por otro el concepto de “circuito”. La exposición insiste en reflejar la individualidad de los trabajos expuestos al tiempo que las conexiones entre ellos, de modo que se traza (inevitablemente) una especie de panorama del arte emergente madrileño. Como explica López Munuera en el texto de presentación, “no hay un concepto o hilo conductor que unifique todos los trabajos presentados, pero tampoco es una muestra que presenta –uno detrás de otro- una serie de proyectos sin conexión.”

La estrategia museográfica elegida, llevada a cabo por C+arquitectos, ha traducido estas ideas y ha consistido en aislar claramente cada espacio de manera que el visitante se sienta solo al entrar en cada uno de ellos y se encuentre ante la obra de un único artista. Esto consigue también que en la medida de lo posible olvide temporalmente lo que ha visto en la sala anterior y no espere lo que va a ver en la siguiente pero que, a través de cortinas de PVC transparente, pueda al mismo tiempo sentirse en una exposición colectiva, que comunica la obra de diferentes artistas y en consecuencia a éstos. Estas cortinas de PVC que el visitante atraviesa permiten, además de separarlas, comunicar las salas, creando de este modo esa sensación de “circuito”. Cierto aire a recién pintado, incluso inacabado de los muros, plásticos cubriendo algunos de ellos y papeles repartidos sobre las paredes refuerzan y participan de esta idea de “en construcción”.

La exposición se acompaña de información sobre los artistas. Los “folletos” sobre cada uno de ellos y el libreto, diseñados por Monsters Club, pueden consultarse en la sala, por cierto en un interesante recurso que transmite tanto el aprovechamiento de los materiales como el del espacio, y también están amontonados en el suelo, de acuerdo con ese aire improvisado que domina la exposición, a disposición de los visitantes. En estos textos se hace igualmente hincapié en la formación y viajes al extranjero de los artistas. Sobre lo primero porque, al tratarse de artistas jóvenes, es algo todavía cercano, además de querer resaltar en muchos casos la relación con el mundo académico más teórico, y lo segundo para indagar en las influencias y trasvases que tienen lugar gracias a la movilidad para los artistas jóvenes.

López Munuera traslada físicamente a esta publicación gratuita la idea y estética de la exposición: un sobre que contiene imágenes y una entrevista a cada uno de los artistas permite dedicarles individualmente y sin interferencias la atención necesaria, pero en el libreto estas obras dialogan y los artistas conviven, y la idea de convocatoria se refuerza. Este material parece, además, un pedazo de la exposición. Los sobres aparecen desplegados en la entrada sobre la pared, como formando un mural, y vienen en el interior de una bolsa de plástico, el mismo material que separa las salas.

No debió de ser fácil, como explica López Munuera en su texto, comisariar esta exposición. Se encontró con los artistas seleccionados y con una serie de obras que necesitaban de un discurso conjunto para dar sentido a la exposición. Y el discurso terminó siendo precisamente la idea de circuito: una generación que ha viajado, de amplia formación, que colabora y conoce a otros artistas, y que además vive y habla de una sociedad en constante debate.

Inés Plasencia Camps