viernes, 12 de noviembre de 2010

LA XXI EDICION DE CIRCUITOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID

El pasado 3 de Noviembre se llevó a cabo la inauguración de la XXI edición de los Circuitos de Artes Plásticas (Circuitos MMX, Espacios compartidos) que convoca el Gobierno de la Comunidad de Madrid. El objetivo de esta actividad, es impulsar a los artistas jóvenes, menores de 35 años que trabajan en la región.
En esta ocasión, se designó a Iván López Munuera como comisario de la exposición, quien tuvo el difícil trabajo de dar unidad a ocho propuestas independientes, que lograra justificar el uso de un espacio común, especialmente si tomamos en cuenta que el único criterio de conexión fue la condición de ser joven.
Los trabajos pertenecen a Esther Achaerandio, Bongore, Lara García, Iganacio García Sánchez, Lilli Hartmann, Daniel Martín Corona, Momu & No Es con sus dos integrantes y Teresa Solar Abboud.

La muestra resulta ser muy diversa, no solamente en cuanto a los temas y a las técnicas que los artistas trabajan. Diversa es también la trayectoria de cada uno o una de ellas y los estudios académicos realizados, por lo que el comisario optó por realizar una entrevista lo más estandarizada posible que le diera luz sobre los puntos de articulación. De hecho, estas entrevistas se nos entregan en el catálogo y nos permiten hacernos un perfil y sentirnos más cercanos a la experiencia artística y las inquietudes que los impulsan a querer permanecer y crecer en el campo artístico. Qué encontró Iván López es algo que se ilustra a la entrada del salón. Los nombres de cada joven aparecen haciendo fila en la blanca pared y de cada uno de ellos se delizan puntos de colores como delgadas serpientes que recorren el espacio para intersectarse y arribar a los nombres de los cuatro continentes que han sido por ellos visitados, a los de los materiales utilizados en las obras mostradas, a los tiempos de producción y a los presupuestos económicos finalmente invertidos. Debajo de cada nombre además, en papel cartón encontramos un pequeño buzón que contiene palabras clave, significantes que juegan desde dentro y que se asoman furtivamente invitando a ser manipulados por el espectador. Al lado, un televisor anuncia lo que habremos de encontrar y en el suelo, están colocados los catálogos insertos en bolsas de zip-loc. Nos sorprende no encontrar un catálogo convencional. Es más bien una réplica de la dificultad de unificar trabajos muy particulares. Cada autor cuenta con un sobre color pastel con su nombre y el de su propuesta y contiene dentro la transcripción de la entrevista en castellano. Los sobres se suceden uno tras otro, así como tarjetas postales de los trabajos puestas al azar y un pequeño folleto reproduce lo que encontramos en la bolsa y añade los créditos a las autoridades gubernamentales y a los participantes en la puesta en escena de esta edición. Lo que unifica, es la bolsa plástica en sí, y parece un símil de las bolsitas que nos obligan a portar cuando viajamos en avión.

Y es que lo que encuentra de elemento vinculador el comisario, son propiamente los circuitos en relación a las experiencias de viaje, el humus del que emergen sus realizaciones, de allí el uso a lo mejor, de elementos “viajeros” en este intento de orquestación.Cómo separar sin aislar y cómo unir sin forzar? Cómo hacer posible ese concepto de “divergencias y convergencias” de las que habla Iván López?
La disposición en los salones era otro problema a resolver. El uso de bandas verticales transparentes, recuerdan nuevamente, las bandas de chequeo en los aeropuertos, pero aquí la transparencia se usa derribando ese concepto de “seguridad nacional” para por el contrario, ser elemento que permita una intimidad sin velar, más bien sugiriendo y anticipando lo que se iba a encontrar al pasar de un circuito al otro. Se produce una transición suave en una muestra que además, cuenta con materiales de crítica muy fuerte, pero sin despotenciarla, sin atropellar su carácter. Conservar esa individualidad precisamente, sin aniquilarla sino remarcándola, aprovechándola, para permitir que la heterogeneidad sobreviva, esa disparidad que estos protagonistas se han topado al viajar, cuyas marcas personales nos permiten vislumbrar la necesidad que la mayoría de ellos tiene de ir a otros lares en busca de nuevas experiencias desde dónde ponerse a prueba y nutrir su talento y también, mostrarlo a los demás para iniciar el diálogo.

Más allá de las dificultades de una muestra de este tipo y de la inventiva y agudeza que demuestra el comisario, sí considero que hay aspectos que son parte de la cura y a los que se les debe prestar atención. Por algo la palabra cura significa “cuidar”. Me refiero concretamente a los materiales utilizados para eliminar la condición de “cubo blanco” en los aposentos y a ciertos detalles de la edición en papel. Por otra parte, el plástico utilizado en las cortinas verticales genera una elevación muy poco confortable de la temperatura, además de que la evaporación tóxica daña los ojos. La letra del material escrito es excesivamente pequeña, lo que desestimula la lectura. Contiene también errores tipográficos y existe un cierto desorden en los rubros de presentación de los autores. Como lo plantea Rosalyn Deustche, parte de “las condiciones en que se enmarca la designación de objetos como obra de arte….es el aparato físico que lo sostiene….” Y en este aparato físico se debe incluir el extremo cuidado en la presentación de la obra de los autores, que, no por ser jóvenes, merecen ser menos cuidados que los “no jóvenes”.

Priscilla.

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