sábado, 11 de diciembre de 2010

Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?

26 Noviembre 2010-28 Marzo 2011
comisariada por George Didi-Huberman

En torno a una icono(geo)grafía
No parece casualidad que Atlas se haya inaugurado en el mismo edificio Sabatini apenas una semana después de que lo hiciera la nueva reordenación de la colección del Museo Reina Sofía. La conexión se hace evidente después de visitar ambas exposiciones: Atlas habla precisamente de los procesos de ordenación de imágenes, de la asociación de recuerdos de manera inconsciente y de cómo los artistas juegan con estas cuestiones, ensamblando una composición que transmite significado porque reconocemos en ella algo que nos afecta.

La investigación de George Didi-Huberman (Francia, 1953) se nutre de los textos de Platón, Foucault, Freud, Benjamin, Sartre, Borges, Nietzsche y Panofsky entre muchos otros (como el mismo nos deja ver en su bibliografía física al final de la exposición), y recibe influencia directa de las ideas de Aby Warburg, en especial de su proyecto Atlas Mnemosyne (1923-29), donde Warburg intentó escribir la historia de la civilización europea solo por medio imágenes.

El debate de cómo entender la historia del arte siempre ha estado ahí, ¿cómo enfrentarnos a la dificultad de interpretación de las obras de arte, a la falta de palabras para expresarse? ¿por qué registrar la historia por medio de textos escritos cuando nuestro cerebro no ve palabras si no cosas?¿Por qué no omitir los textos y dejar sólo las imágenes, como si de un jeroglífico egipcio se tratara? ¿acaso no poseemos todos la misma capacidad para entender un discurso exclusivamente iconográfico? De igual manera otros como Godard ya se habían planteado la cuestión, por qué hacer una historia del cine escrita si tenía más sentido desarrollarla como collage de planos de películas. En el siguiente paso, una vez se ha llevado a cabo el collage, atlas o archivo colectivo, nos enfrentamos al dilema de cómo saber si dilucida de forma clara lo que queríamos transmitir, si ni el emisor ni el receptor pueden expresarlo en lenguaje hablado. ¿Podríamos sacar conclusiones a partir de otro tipo de señales?

Lágrimas que suben del corazón al cerebro
Atlas reflexiona sobre estas cuestiones y construye un ensayo visual que nos acerca a la manera de pensar y comunicar de un artista, mostrando sus métodos de asociación. El Atlas que nos plantea Didi-Huberman se entiende como una mina de conocimiento, donde se ha de excavar para encontrar las claves que respondan a las preguntas existenciales que la raza humana se viene haciendo desde sus orígenes.
Partiendo de la gran fuerza visual que poseen los Disparates y Desastres de Goya, paseamos entre numerosas obras que el comisario ha reunido con el objetivo de intentar dibujar un mapa que ilustre el pensamiento artístico en la modernidad. Una magnífica y coherente selección que incluye obras de artistas como Marcel Broodthaers, Gerhard Richter, John Baldessari, El Lissitzky, Man Ray, Paul Klee, Alfred Stieglitz, Robert Smithson, Sigmar Polke, Robert Rauschenberg, Alberto Giacometti, Gordon Matta-Clark, Sol LeWitt, Dennis Oppenheim, Moholy-Nagy, Hans Haacke, Harun Farocki, Guy Debord, Fernand Deligny, Barbara Bloom, Dieter Roth, Ignasi Aballí, Thomas Ruff y muchos otros. Los textos breves que presentan cada parte de la exposición complementan de manera concisa y acertada el mensaje de la muestra.

Para llevarse lo mejor de Atlas hace falta tiempo, para detenerse y pensar, deleitarse en el encuentro íntimo de uno mismo con las obras y reconocerse o al menos reconocer algo genuinamente humano, algo inherente a nuestra naturaleza. Recuerda esta sensación a la belleza de lo frágil, lo significativo de lo cotidiano, como esas pequeñas flores que nacen de manera espontánea en los márgenes de los caminos. Es emocionante ver que esta aproximación “en bruto” a la obra funciona de manera sutil, proporcionándonos una experiencia sublime, dejándonos sin habla, sintiendo no solo el sudor de llevar el peso del mundo en nuestros hombros sino también algunas lágrimas de felicidad brotar desde el corazón (1).

(1) Leonardo Da Vinci afirmaba en sus Cuadernos que las lágrimas brotan en el corazón y suben desde ahí al cerebro a través de unos canales que comunican ambos.

--
gm

Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? El globo que no tiene que pesar mucho.



Marcin Franciszek Rynkowski


La tela negra como el fondo del mapa fugaz donde la línea ecuatorial y el meridiano nunca llegan a cruzarse. Los continentes que lo derivan como: las postales enviadas de los tiempos enterrados, las monedas de ayer, las imágenes abortadas de los úteros de los periódicos de hoy, las obras de arte "escritas" en mayúsculas, subrayan los contornos de sus territorios a base de las diferencias que las construyen. Así es, el atlas Mnemosyne (memoria) del historiador del arte alemán Aby Warburg que le dedicó los últimos 4 años de su vida (1925-1929), donde el rechazo de la búsqueda del único significado de la imagen y ha sido sustituído por su inagotable interpretación.


La más crítica, radical y utópica propuesta de Warburg contra la iconología tradicional, pero también contra todos los modos de pensar en la imagen, en los que la visualidad (como un modo de lectura) va en la correa del lenguaje, ha sido reinterpretada y restructuralizada por Georges Didi Huberman en su libro: La imagen superviviente. La exposición comisariada por él Atlas.¿Cómo llevar el mundo a cuestas? a la que nos invita el Museo Reina Sofía (26 de noviembre de 2010 hasta 28 de marzo de 2011) pretende "visualizar" el marco de pensamiento de Aby Warburg.


Aunque la muestra no tiene el carácter monográfico, la reflexión warburgiana hace un papel de élan vital de las obras recogidas por el comisario. Según Warburg, la imagen no era sólo un documento del pasado, sino el puente hacia el presente, así que su término Nachlebt (la sobrevivencia del pasado) se materializa en las obras de la muestra que bajo la idea del comisario ha conseguido el rostro de un archivo infinito, y la razón de su existencia es desmochar las relaciones entre las numerosas partes de su cuerpo y crear nuevas, otras, propias.


El espectador tiene que "enfrentarse" a un largo recorrido de salas del museo donde la reflexión warburgiana se inscribe en el estético orden de los artes, en el cual, según Jacques Ranciere, gobierna la igualdad de todos los temas. Por eso, el comisario clava en las "láminas" del museo las obras de diferentes "pesos" conceptuales, que actúan como los semáforos que nos acercan a la meta llamada por Didi Huberman "conocimiento mediante el montaje".


El impactante y a la vez sencillo ABC de la guerra de Brecht comparte la "tela negra" con el llamativo vídeo de Baldessarí Teaching a Plant the Alphabet . La provocativa propuesta de Man Ray La photographie n´est pas l´art dialoga con igualmente sárdonica en su superficie obra de Moroya Davey y el templo de las sombras de Robert Rauschenberg. El mundo triturado por Robert Fillon, dirige su mirada a La Setmana trágica de Pedro C. Pomero, que nos manda íntimas postales desde la médula del infierno. El mundo celestial de Fischli u Weiss, comparte su "territorio personal" con la belleza de Basura de Ewans y las fachadas de edificios tatuados por la poesía graffiti de Sol le Witt On the Walls of the Wowed. El Recorrido diario de Francesc Abad construído a base de los objetos que se convierten en la memoria exterior "empadronada" en nuestros bolsillos, está al lado de una herida abierta de Wladyslaw Strzeminski que alimenta nuestros ojos con los trozos del horror de holocausto.


Es la exposición para todo el público? se supone que no. Teniendo en mente la dura estadística que confirma que el espectador dedica sólo 3 segundos de su vida para contemplar una obra y viendo el vídeo de Baldessarí que enseña el alfabeto a una planta... pensé: "imposible!". Pero viéndola de nuevo, y notando como lo visto se borra de mi memoria y hace un hueco para lo nuevo, me di cuenta que en el caso de Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? más que nunca, nos pertenece el derecho a perderse en el laberinto de la muestra, porque no las obras, sino los diálogos entre ellas, son las que toman realmente el protagonismo y el espectador tiene toda la libertad de editar (conscientemente o no), su propio atlas de éstas conversaciones.