martes, 10 de noviembre de 2009

RUTH GÓMEZ





RUTH GÓMEZ / Las ilusiones fantásticas

GALERÍA OLIVA ARAUNA

Del 5 de noviembre al 16 de Enero de 2010




Inmersos en una crisis global y dentro de una sociedad caracterizada por el desencanto, parto del cortometraje Las ilusiones fantásticas de Méliès (1898), para plantear una exposición en la que pretendo elevar a la categoría de fantástica cualquier tipo de ensoñación – por absurda que pueda parecer – tan solo por el mero hecho de ser sentida.

A través de una serie de vídeos, dibujos, etc. pretendo hacer un homenaje al cine de animación, a la magia, a los trucos, a los efectos especiales, a las ficciones dentro de las ficciones… y sobre todo, un homenaje a las ILUSIONES. Ya que, perdidas o no y apoyadas en la realidad o en la fantasía, son habitualmente las que nos permiten sobrevivir a nuestra cotidianidad.

Esta muestra es, en definitiva, una distorsión dentro de otra, ya que tanto la técnica que utilizo, la animación (sucesión de 25 fotogramas estáticos por segundo, que crean el efecto óptico de movimiento), como el tema que estoy tratando, las ilusiones, poseen una vertiente de invención. Por lo tanto, técnica y tema, en mayor o menor medida ficticios, unidos ambos, se convierten en una reiteración de la fantasía. Magia dentro de la magia como en su día nos descubrió Méliès. Y, al mismo tiempo, un intento de recordar al espectador y a mí misma, que aunque paradójicamente una ilusión sea algo irreal o engañoso no se corresponde con algo falso. Y que lo que vulgarmente conocemos como fantasear es, en muchas ocasiones, una necesidad, un mecanismo de supervivencia del ser humano, ya que si perdiéramos nuestra capacidad para ilusionar y para ser ilusionados, independientemente de la época que vivamos, estaríamos perdidos.

Ruth Gómez. Octubre 2009

Xabier Gantzarain


2009: Odisea en la Tierra

Los mass-media se han encargado de recordarnos, por si alguien lo hubiera olvidado, que el muro de Berlín cayó en pedazos, pedazos convertidos en souvenir, hace ahora 20 años. Era el fin de las utopías socialistas, era la irrefutable prueba de la victoria absoluta del capitalismo como sistema económico mundial. Los alemanes lo celebraron por todo lo alto. Eran tiempos de esperanza. Eran tiempos de ilusión.

Pero la ilusión se desvaneció, y hoy, a finales de 2009, según Ruth Gómez estamos “inmersos en una crisis global y dentro de una sociedad caracterizada por el desencanto”. Fue el filósofo francés Gilles Lipovetsky quien definió el termino “la sociedad del desencanto” en su libro de título homónimo.

Las primeras obras de Ruth Gómez aglutinadas en Animales de Compañía analizaban certeramente este desencanto, mediante una estética fría que presentaba a unos personajes desafiantes pero asustados, perdidos en la jungla diaria, marcados definitivamente por la crueldad y la voracidad de la competición, en una cotidiana batalla por la supervivencia.

La artista, más lista que el hambre, no dudó en presentarse a sí misma como un producto en la obra titulada Ruth, made in Musac, después de haber pasado un año trabajando gracias a una beca del Musac. Siguiendo con su estética fría de colores estridentes, los cuales parecían convertirse en parte del diseño corporativo de la artista, trasladaba a la esfera del arte, donde todavía la originalidad y la unicidad son requisitos indispensables para cualquier artista, una reflexión teórica planteada por varios filósofos italianos y desarrollada especialmente por Paolo Virno, en la que subrayaban el hecho de que el trabajador ya no vende su fuerza de trabajo, sino su humanidad misma, entendiendo ésta como suma de capacidades: capacidad de lenguaje, de aprendizaje, de memoria, de relación, o de imaginación.

Convertido en producto y remunerado por su humanidad, el ser humano actual tiene una necesidad perentoria de evasión. En palabras de Ruth Gómez, “las ilusiones, perdidas o no y apoyadas en la realidad o no, son habitualmente las que nos permiten sobrevivir a nuestra cotidianidad”. No es de extrañar que su actual exposición lleve como título Las ilusiones fantásticas.

La exposición en sí es un homenaje a las ilusiones fantásticas como el cine de animación, los trucos de magia o los efectos especiales, pero lo excepcional de la muestra estriba en que la materialidad de las obras es, al mismo tempo, una ilusión. Los cuadros circulares, que hacen sentirnos como si miráramos por un catalejo, son en realidad dibujos digitales impresos sobre soporte fotográfico: no hay pintura en las pinturas. Todo es una ilusión. Como ese ovni que cruza la animación que se ve desde fuera y reaparece adentro como símbolo de otras vidas, otros planetas.

La ilusión es reconfortante. Sería terrible poder comprobar que Aldos Huxley estaba en lo cierto cuando espetó: “¿Cómo sabéis que la Tierra no es el infierno de otro planeta?”.

Xabier Gantzarain.

Jennifer Calles


Las ilusiones fantásticas de RUTH GÓMEZ


Desde que las nuevas tecnologías irrumpieran en el arte, y sobre todo a partir de los años 90, museos y galerías se han visto inundados por medios alternativos a los tradicionales géneros de pintura, escultura o dibujo. Medios cuya técnica sin embargo, aún estando sustentada en la tecnología, no puede verse desligada de conceptos como la ilusión, que no es otra cosa que la distorsión de las percepciones sensoriales. En este sentido el trabajo que presenta estos días la artista Ruth Gómez (Valladolid, 1976) bajo el título Las ilusiones fantásticas, pretender ser, como ella dice, “un homenaje a las ILUSIONES”.

Perteneciente a una generación de jóvenes artistas que crecieron ya bajo la ineludible influencia visual del videojuego, la publicidad o el videoclip, Ruth Gómez ofrece en esta nueva producción, como siempre, una técnica impecable propia de quien se ha formado profesionalmente como grafista de televisión y creativa publicitaria. Además de la nitidez y precisión de sus animaciones, las pinturas de paisajes y flores, los objetos futuristas de ovnis y máquinas del tiempo y los vinilos adhesivos de flamencos que componen la muestra, ofrecen también un acabado al detalle. La renovación de los lenguajes tradicionales y la plena asimilación de los nuevos medios digitales han llevado a Ruth Gómez a un plano multidisciplinar en el que la unión de las artes ayuda a la artista a recrear una vez más su inconfundible estilo basado en las referencias autobiográficas y la estética del rosa.

En obras anteriores como Ruth, Made in Musac (2004) o Animales de compañía (2005), Ruth Gómez abordaba temas relativos a la búsqueda de identidad individual y colectiva acercándose a una postura crítica no solo con la sociedad de consumo capitalista si no también con sus consecuencias en el mundo del mercado del arte. Estos temas la relacionaban con otros jóvenes artistas españoles como Manu Arregui, cuyas animaciones en 3D representan personajes que, aunque virtuales, se convierten en una metáfora sobre nosotros mismos.

Ahora, sin embargo, Gómez se ha dejado llevar por la vía escapista hacia un mundo fantástico que la supera. Tal giro en su trabajo podría verse como la prolongación de su primer discurso en torno a los violentos mecanismos de supervivencia que utiliza el hombre en la sociedad. Así, ahora se nos mostraría la otra cara del juego, la cara amable que conforma el mecanismo de las ilusiones, sin las que tampoco podríamos subsistir. Sin embargo, el juego queda demasiado abierto y Gómez no solo no sabe transmitir al espectador la magia que promete, si no que tampoco consigue que sus obras sirvan como verdadero fundamento del discurso.

Al salir de la galería, dejando atrás el ambiente cyber-kitsch de besos calidoscópicos, flores, ovnis, flamencos y música relajante, uno podría preguntarse: ¿se han convertido las nuevas tecnologías en un fin en sí mismas para muchos artistas que relegan el contenido de la obra, ya no sólo en favor de su forma, sino de su técnica?

Jennifer Calles.

Virginia Moya


La madrileña galería Oliva Arauna expone desde el pasado 5 de noviembre una exposición individual de Ruth Gómez (Valladolid, 1976), inspirada en el cortometraje “Las ilusiones fantásticas” de Mèliés.

Música ambiente y dos flamencos rosa chicle en la pared nos dan la bienvenida a la galería. Junto a ellos dos tondos titulados “Cariño” representando paisajes de ensueño teñidos de colores pastel que se diluyen en el marco rosa pastel. La persona de la recepción nos ofrece un boleto para una extraña rifa. El premio es un viaje desde Madrid a “Cariño”, si ganamos entramos en el cuadro, sino nos quedamos tal cual, en la galería.

Tras este primer impacto de dulzura extrema rayando en lo pegajoso entramos en una sala con más flamencos ambientando la sala y con una misteriosa urna. Dentro de la urna tenemos La máquina de las maravillas, montañita con botón modo de vulva que puedes utilizar siguiendo el manual de instrucciones que nos recomiendan presionar el botón uno o varias veces si quieres desaparecer, detener el tiempo, etc.

Más ilusiones fantásticas nos esperan en la siguiente sala con videos de animación e imágenes de flores digitales. En uno de los videos, una joven tatuada vestida a la moda y un casco motero en la cabeza hace girar un hula-hop. El casco nos impide reconocer a la protagonista, tal como ocurre en un mal sueño, cuando no podemos identificar con seguridad las personas que aparecen en ellos. La mujer gira el hula-hop de forma rítmica y nunca se le cae. Mientras su sombra, como la de Peter Pan, lleva otro ritmo y no sigue sus movimientos. A la motera le ha salido una sombra más torpe a la que se le cae el aro continuamente, mostrando su descontento.

Por fin podemos identificar la suave y misteriosa música que escuchábamos desde la entrada. Pertenece al video Caleidoscopio, que como su nombre indica representa la visión de un caleidoscopio dentro del cual una pareja heterosexual se besa apasionadamente, todo aderezado con purpurina y sombras rosas.

Así pues, “Las ilusiones fantásticas” de Ruth Gómez gracias a las cuales, y según su la nota de prensa, evitan que quede perdida en esta época de crisis global y pueda sobrevivir a la cotidianeidad, están compuestas por paisajes de acantilados teñidos de rosa palo y azul, flamencos en la galería, un botón para parar el tiempo, flores rosas sobre fondo negro, y un beso apasionado con purpurina malva y rosa.

En la fachada de la galería, se proyecta a la calle otro video animación en la que la artista mira al público, le guiña un ojo, le sonríe o pone la mano en la oreja a modo de escucha. Entendemos que la actuación de Ruth Gómez un estrategia de publicidad hacia la calle a modo de invitación, o más bien, incitación a entrar en la galería y opinar sobre la misma.

Ruth Gómez ha trabajado en publicidad y televisión y, además de licenciarse en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca se ha formado en el seno del Musac al recibir una de las primeras becas a la creación en el 2003.

Virginia Moya.

Nieves Limón


Ilusión en lo real


Ruth Gómez (Valladolid, 1976) propone con Las ilusiones fantásticas una alternativa a aquello que viene asfixiándola desde el comienzo de su producción artística: “una sociedad caracterizada por el desencanto”. Si en anteriores trabajos la queja era su manera de expresión (El asesino de su persona, 2003 o Animales de Compañía, 2006), ahora la huida se presenta como opción necesaria.

Primero se nos invita a escapar a un lugar no muy lejano: abriendo la muestra, el visitante entra en el sorteo de un viaje de ida, sin billete de vuelta, al pueblo gallego Cariño. A modo de reclamo turístico, y utilizando su habitual lenguaje con dibujos digitales surgidos del retoque fotográfico, vemos dos cuadros u “ojos de buey” desde los que nos asomamos a los acantilados de Cariño pasados, eso sí, por la percepción rosa y azul de la artista.

El pueblo de nombre reconfortante puede ser “poca cosa” para algún espectador ávido por ir más lejos. Entonces, Ruth Gómez nos enseña su creación escultórica (con instrucciones de uso) la Máquina de las maravillas con la que continuamos un recorrido de evasión llamados, además, por una hipnótica melodía. Será en esta segunda parte de la exposición donde los dibujos digitales queden eclipsados ante dos de las videoproyecciones que componen la muestra (la tercera, se proyecta fuera de la galería como interesante ejercicio, aunque difícilmente apreciable, que nos propone contemplar una ilusión animada desde la cotidianeidad callejera). Estas proyecciones 2D se presentan como su particular homenaje “al cine de animación, a la magia, a los efectos especiales, a las ficciones dentro de las ficciones”. Si, efectivamente, el cine de animación se basa en la ilusión de movimiento a partir de imágenes estáticas, ahora las imágenes coloreadas con la paleta restringida y significativa de la artista, nos enseñan loops donde la acción magnética de un beso (o de un chico cuya sombra se mueve a otro ritmo) se repiten sin fin apreciable.

No es sencillo ilusionarse con la propuesta autobiográfica (intransferible) de Ruth Gómez, a pesar de la explicación necesaria que se nos da a la entrada de la galería. Consciente de que sus obras pasan por el terreno de lo personal, la artista incita (nos pide) que veamos en estas creaciones una salida reparadora. Para conseguirlo, utiliza todas las armas descritas que la era digital pone a su disposición con una plástica cercana al cómic y referencias extraterrestres (ovnis mediante).

Nuestra mermada capacidad de asombro, lejos ya de los viajes a lo imposible y las prestidigitaciones que Méliès creo y en las que se inspira este trabajo, conforma una barrera natural que puede impedirnos ver las flores, los paisajes y los flamencos rosas que plagan la galería, como puntos de fuga de este mundo. La exposición, estrechamente enraizada en nuestros días cibernéticos, se aferra al “formafondo” contemporáneo diluyéndose en el recorrido la evasión deseada. Una sociedad del desencanto, lo llama Ruth Gómez.

Nieves Limón.

Nadia Cortés


Sobrevivir la cotidianidad

Ruptura en la cotidianidad: Una animación proyectada sobre la pared exterior de una galería aparece frente a nuestros ojos, nos tomamos el tiempo para verla, es una chica, haciendo muecas, pensando, como si quisiera decirnos algo; reímos, continuamos caminando e imaginamos como y a quién contaremos nuestro pequeño pero alegre incidente, no dejamos de sonreír.

La video proyección de nuestra anécdota es la invitación de Ruth Gómez para que nos adentremos en su último trabajo, que parte del cortometraje de Meliés “Las ilusiones fantásticas”, título que retoma para nombrar su exposición, y en donde pretende, según sus propias palabras, llevar a la categoría de fantástica cualquier tipo de ensoñación sólo por ser sentida.

A través del dibujo animado digital o el plasmado sobre soporte fotográfico, comúnmente variando dentro de una gama de tonalidades rosas, y aprovechando su manejo de la cultura popular visual dada su proximidad al diseño gráfico, Ruth Gómez se vale para compartir sus propias fantasías e ilusiones, como puede verse desde su Reversible secuencia hasta su pequeña instalación con instrucciones para desaparecer, detener el tiempo o teletransportarse, titulada Máquina de maravillas. La extrapolación visual de la experiencia de un beso, Caleidoscopio, es llevada aquí a un juego de formas, velocidades, caras tantas como las de su prisma interior, muestran la intención de transformar los pequeños goces en verdaderas ilusiones.

Su lenguaje visual es accesible, sobre todo a las nuevas generaciones, atrapa por ser reconocible y sentirnos identificados al tipo de imagen usada, aprovecha la posibilidad narrativa de la animación para inventar la realidad más que retratarla.

De entrada, la exposición nos introduce en un espacio de ilusión ambientado por música y paisajes, Cariño 1 y 2, que pudiese parecer ingenuo por su carga fantástica, sin embargo, si se lee su trabajo desde ese panorama, se anularía la posibilidad que posee el universo de la animación a través del carácter paradójico de la ilusión, que fomenta un pensamiento y actitudes críticas.
Su trabajo es personalista, refleja sus deseos pero sobretodo preocupaciones y su crítica a la sociedad que le tocó vivir, perneada de una crisis global y de un sentimiento generalizado de desencanto.

¿Por qué habría que hacer un paréntesis en nuestra vida diaria a través de la ilusión? En su anterior exposición, “Animales de compañía”, muestra la complejidad y competitividad existente en nuestras relaciones sociales, la necesidad de adhesión a un grupo como mecanismo de supervivencia y, después, mediante la metáfora del canibalismo nos introduce en la dimensión de lo interpersonal mediada por la agresividad. Su actual exposición no puede desligarse de la anterior, así como en la primera “volverse un caníbal” era forma de sobrevivir, en esta última, ilusionar es para ella una necesidad del ser humano con la que habitualmente se pueda tolerar la cotidianidad y sobrevivirla.

Nadia Cortés.

Eva Ortega


DESILUSIONES FANTÁSTICAS

No vendría mal inventar una máquina para los momentos aburridos de la vida, una que nos permitiese avanzar y retroceder en el tiempo, desaparecer o teletransportarnos. Fantasear es necesario, al menos la artista Ruth Gómez cree que si no tuviéramos la capacidad para ilusionar y ser ilusionados estaríamos perdidos. Por eso ha creado la escultura La máquina de las maravillas, aunque nos desilusione el poder sólo mirarla dentro de la urna.

El mago Méliès sacó de su manga la ficción, utilizando el montaje del cine y los trucos para sus efectos especiales. El público que veía sus espectáculos quedaba asombrado y creía en su magia teatral. En cambio, en una aséptica galería del s. XXI es muy difícil conseguir ese aire mágico. Nos desilusionamos y descubrimos tristemente que el público ha perdido parte de su capacidad de asombro.

Ruth Gómez expone en la Galería Oliva Arauna Las ilusiones fantásticas, que se ofrece como un homenaje a la ilusión y al cine de Méliès mediante vídeos, dibujos digitales, vinilos y esculturas. Aunque la artista afirme que está buscando mundos ficticios que nos liberen de lo cotidiano, cualquier película animada es ya una ficción que nos transporta a otra realidad, y la muestra no ha conseguido transportarnos ni la magia, ni los efectos especiales de Méliès.

Mientras que la muestra Animales de compañía de 2005 mete al espectador en una jungla como metáfora de la sociedad, en la exposición actual el argumento funciona peor. La artista pretende elevar a la categoría de fantástica cualquier tipo de ensoñación por absurda que pueda parecer. El problema es que no todo se puede relacionar con la fantasía y la ilusión, ¿qué tiene que ver el pueblo de Cariño con el cine de Méliès? Se ha justificado algo que sin justificar hubiera quedado mejor. Tal vez Ruth Gómez tiene miedo de lo que puedan pensar los críticos y por eso da explicaciones, como en su obra Made in Musac, en la que lucha por superar el cruel desafío que los críticos imponen al emitir juicios.

La obra de Ruth Gómez se puede relacionar con la de otros creadores actuales que utilizan un dibujo animado inspirado en el mundo del cómic, colores planos de ordenador y cierta actitud crítica de la sociedad, como algunos artistas de las exposiciones Historias Animadas y Pintura Animada.

El montaje y el discurso de esta muestra no consiguen relacionar bien las obras entre sí, y sino, ¿qué hace un platillo volante, con flamencos rosas junto a una Máquina de las maravillas? A lo mejor si apretamos el botón, Méliès aparece para echarnos un cable. La artista utiliza todos los recursos que tiene a su alcance con el color rosa como única conexión. Por otro lado, el número de obras es el apropiado para el espacio de la galería y se establece un diálogo con el exterior al proyectar en el cristal un vídeo, aunque no sea el soporte ideal.

La única ilusión que nos queda al abandonar la exposición, para el que le ilusione, es la de ganar el viaje de ida a Cariño que se sortea.

Eva Ortega.