domingo, 28 de noviembre de 2010

DE LA REPETICIÓN DE LO EFÍMERO AL ABURRIMIENTO PERMANENTE

Durante apenas dos meses las salas de La Casa Encendida de Madrid albergan la que ya ha sido etiquetada como “la primera muestra de arte efímero en España”, esto es, un tipo de manifestación artística que conjuga la utilización estética del espacio con la creación de un tipo de obras cuya existencia física es limitada, pasajera, debido en gran medida a los materiales y las técnicas utilizadas, cuando no intangible. Los comisarios encargados de abanderarla son la inglesa Flora Fairbairn y el francés Olivier Varenne, ya involucrados es proyectos precedentes de índole similar. Fairbain, creadora de la promotora artística Flora Fairbain Projects, se ha caracterizado por la transformación de espacios en desuso o salas de exposiciones temporales desde el año 2000. Por su parte, Varenne es comisario jefe del departamento de arte contemporáneo del Museum of Old and New Art (MONA), en Australia. Ambos han seleccionado un total de trece artistas cuyas piezas tratan de interpelar los sentidos del visitante, provocar emociones, estimular recuerdos, despertar deseos o transmitir sentimientos, jugando con nuestra memoria y capacidad asociativa, sin embargo, lo que a priori se perfila como un importante y jugoso paso adelante en el arte contemporáneo patrio en un panorama donde los jardines impresionistas despiertan elevadas pasiones, acaba por sustentarse en un débil andamiaje, sin fuerza, donde las expectativas se ven truncadas salvo por ocasionales destellos. A pesar del interés que supone la mutabilidad de unas piezas que cambian constantemente, otorgando a cada visita el don de la novedad, cabría esperar más de algún artista que comienza a ser reiterativo en sus obras, pues a pesar de que desde La Casa Encendida se afirma que la mayoría de las piezas se han creado para dicho lugar, sería más riguroso afirmar que han sido “adecuadas” para sus salas. A modo de botón de muestra, se puede contemplar la instalación del músico C. Boursier-Mougenot, Fron here to ear, quien ha dispuesto una serie de instrumentos musicales en los que al posarse unos pájaros se crean las notas de una música irrepetible y, aunque el planteamiento es interesante y ésta es la variación 11, desde que presentara dicha obra en el Contemporary Arts Centre de Cincinnati, en EE.UU. allá por el año 2000, parece haberse encasillado en lo mismo. Semejante concepto abstracto de la música como interpelación fugaz y pasajera es el que ha llevado a Gregorio Zanon a crear una performance interactiva más aburrida que atractiva. A. Gallaccio, fiel a sus trabajos con materia orgánica desde 1992, propone una habitación cuyas paredes se cubren con chocolate, todo un estímulo a los sentidos, la misma senda por la que camina C. Morgan aunque con peor suerte, con una instalación donde conjuga fresas y animales disecados que viene haciendo desde 2004. Decepcionan dos pesos pesados como A. Goldsworthy y R. Signer con unas videoproyecciones que rayan el anacronismo y K. Kraus vuelve a presentar una obra creada en 2006 para la Galerie Neu de Berlín a base de un bloque de hielo, tinta y una bombilla, de la que tan sólo queda la huella como la silueta de un cadáver. M. Creed expone la pieza que le valió el Premio Turner 2001, propuesta controvertida y discutible, quizá ahí esté su grandeza; M. Blazy promete desagradar con su cripta, y lo consigue; pero lo más destacado se debe a C. Shiota y a T. Seghal. La japonesa propone algo tan efímero que sea nuestra propia mente la que los construya y lo destruya mientras que Seghal, al no consignar cartela informativa ni permitir que se grabe lo que realiza, consigue que This is propaganda se esfume casi al instante, ¿no es eso la esencia de lo efímero?

Jorge Cruz.

viernes, 26 de noviembre de 2010

On&On

On & On. Nuevos planes, idénticas estrategias.


Hata el 16 de Enero se puede visitar en La Casa Encencidad la exposición On&On, comisariada por Flora Fairbairn y Olivier Varenne. Han sido los encargados de seleccionar 13 artistas que exponen su obra con la etiqueta de “ arte efímero”. Bajo esta denominación encontramos diferentes propuestas aglutinadas en torno al concepto de arte perecedero que articula un discurso basado en el instante, en el ahora, el presente como arma de juego.

Por ello, muchas de las obras que se pueden visitar cambiarán de forma durante el trascurso de la exposición. Así vemos como Cripta de Michel Blazy expone una cueva llena de alimentos en descomposición ( se recomienda coger una mascarilla) o Ania Gallacio en Stroke/Aspic reúne una serie de velas que se van consumiendo a la vez que crean un extraño olor a iglesia vestusta.

La apuesta perfomática de Thino Shegal, donde una mujer vestida de guardia de seguridad canta “This is propaganda”o Gregorio Zanon con un elemento azaroso en su perfomance al piano, inciden en el arte como forma interactiva.
Otras obras poseen un grado conceptual más elaborado como In Silence de Chiaru Shiota donde una maraña de lana esconde un piano envuelto en sillas vacías que conduce hacia una releflexión sobre la ausencia.
Una de las videoinstalaciones( Roman Signer) pierde su significado debido a la mala ubicuación – encima de una esclaera- y la otra de Andy Goldsworthy, se reafirma en la captación de lo invisible.
Steiner y Lenzlinger en Conference reflexionan sobre la materia, un tipo de fertilizante va colonizando diferentes instrumentos y material de oficina y Celeste Mougrenot en From here to ear juega con las modulaciones de la música gracias a unos pájaros sueltos que posan sobre las guitarras y bajos, lo que produce una cierta desorientación ¿estamos en un zoológico?

Según la autora del catálogo, R. Campbell, existe una “ magia del instante pasajero, la poesía del presente”.Insistir en el arte efímero como una poética infraordianaria o infraleve -por tomar un concepto de Perec o de Duchamp- no es algo nuevo.Por ello llama la atención que uno de los reclamos publicitarios de la exposición sea “la primera exposición dedicada al arte efimero,” ya que el tema no es novedoso ni mucho menos.

Trabajos que son creados en un determinado contexto- site specif- y que cambian a lo largo del tiempo hasta desaparecer han sido una constante en la Historia del Arte( el conceptual, las perfomances, los happenings,el land art...)Por ello el elsogan utilizado y el componente novedoso no cumplen con las expectativas creadas.Si en cambio, responden a un tipo de exposiciones que atraen a cualquier visitante; se configuraría mas bien como un arte que si es momentáneo en cuanto duración, también es perecedero en cuanto a público. Se trata pues de una exposición creada para atraer a todo tipo de visitante y recomendada para menores de edad (por el atractivo lúdico que algunas obras encierran). Una exposición donde el componente estético y sensorial prevalece sobre un discurso pobre en cuanto a un contenido conceptual articulado.
“Esto queda bonito” fue una de las frases que escuché a una de las señoras que visitaba una sala. Puede ser bonito señora, pero, ¿ porqué contentarse con tan poco?.


Irene López

On&On (o la fugacidad pretendida)

Puede resultar paradójico que una exposición de arte efímero me remita a obras de arte del pasado. O no. Quizás sea una prueba más de que, pese a la fugacidad de la materia de la que están hechas las obras (o las personas), el arte sí que permanece en el tiempo. Y es que, al fin y al cabo, esta exposición va sobre eso, sobre el tiempo y su impacto en la vida, sobre su paso inevitable, sobre su sigilosa e inadvertida presencia.
Por ello, aunque perecedera, la muestra que La Casa Encendida acoge desde el 19 de noviembre de 2010 al 16 de enero de 2011 y que ha sido comisariada por Flora Fairbairn y Olivier Varenne me remite a las arcas de la Historia del Arte. Por ilustrar, en la obra de Shiaru Shiota, Silence, una maraña de hilos negros llena la mayor parte del espacio de una habitación donde también hay un piano. Tanto el título en sí, como el instrumento, evocan la instalación en la que Joseph Beuys en 1985 colocó un piano cerrado dentro de una habitación recubierta de fieltro. El silencio y el aislamiento en ambas es flagrante. La materia orgánica en descomposición de Crypte, la obra de Michael Blay, muestra la cara más repugnante de la acción del paso del tiempo: el olor pestilente de lo material en putrefacción y su conversión en otro elemento; si bien es cierto que, ya en los años setenta, Peter Hutchinson, artista de landart, colocó 300 kilos de pan envuelto en plástico en el cráter del volcán de Paracutín, en México, para documentar este proceso biológico de la conversión de una sustancia en otra: de pan en moho. Claire Morgan, en la muestra, también analiza este tipo de procesos, aunque desde una perspectiva más estética ya que, en vez de utilizar elementos tan prosaicos como el pan, recurre a uno de mayor lirismo, las fresas, un detalle que, quizás y para bien, agudiza aún más el contraste visual que acontece a la transformación química. Volviendo a la idea de landart, tan ligada a lo efímero, no puedo evitar relacionar en un punto la obra de las luces que se encienden y se apagan de Martin Creed con los pararrayos de Walter de María de finales de los setenta, ambas aluden a lo intangible, a lo intermitente o lo inconstante. Por otro lado, Andy Goldsworthy, a quien se puede considerar como uno de los continuadores de esta generación de artistas de la tierra, también tiene una obra en la exposición: un vídeo que muestra cómo la huella de su silueta queda impresa en el suelo de Nueva York tras la lluvia y cómo luego ésta desaparece sin más cuando él se marcha. A propósito de siluetas, no he podido evitar recordar a Ana Mendieta, para quien el tema central de su obra fue siempre su figura.
La idea de lo efímero no es, por tanto, precisamente novedosa dentro del arte ya que existen precedentes evidentes. Sin embargo, si lo efímero durante el arte del siglo XX había girado en torno a dos polos: uno más pragmático, que retaba a los engranajes especulativos del sistema del arte mediante el uso de lo efímero como forma de robarle a la obra su posible plusvalía, y otro polo, más metafísico o reflexivo, como constatación del paso del tiempo, de su acción, de la evidencia de la muerte, de la utopía de la permanencia humana, de sobrevivir a su propia destrucción, la exposición actual no expresa una evolución coherente del arte. Me refiero a que estas obras, en gran medida, han obviado la herencia pragmática de sus predecesores, suponiendo, grosso modo, un vago recuerdo más epidérmico que sustancial de algo que no sólo pretendía hablar de la fugacidad del tiempo, sino además, transgredir el arte.

Lidia Mateo Leivas

LA HUELLA DEL OBJETO

Sobre la exposición On & On, en La casa encendida.


Desde el pasado 19.11.2010 hasta el 16.01.2011 La Casa Encendida presenta On & On, una exposición colectiva donde trece artistas de nacionalidades y generaciones distintas experimentan con la naturaleza efímera del arte. Trece obras forjadas con materiales perecederos y actos fugaces, donde el viaje es más importante que el destino, y el proceso más significativo que el producto final. Pero este proceso resulta muy variable;


Algunas obras muestran directamente la transformación de la materia: la impactante The conference, de Gerda Steiner y Jörg Lenzlinger, donde salvajes colonias de cristales se apoderan de una oficina, desafiando la frontera entre lo natural y lo artificial, el deshielo ennegrecido de Kitty Kraus o la pestilente y literal descomposición en La cripta, de Michel Blazy, cuya fuerza creativa emerge, paradójicamente, de la propia destrucción de la muerte.


Otros artistas escogen un momento fugaz, lo detienen en el tiempo y se recrean en él. Es el caso de Claire Morgan, que construye una imagen congelada para sugerir el estatismo de la muerte, de Roman Singer, en cuyo microsuceso la dilatación se convierte en espectáculo, o de Andy Goldsworthy, que revela los efectos del tiempo a partir de la desaparición de una sombra seca.


La música del azar es el objeto de otras dos propuestas; en mi opinión las más interesantes. Una es Exercising Limited Freedom, de Gregorio Zanon; una interpretación al piano que explora el vínculo entre música y la escultura, a través de patrones geométricos de notas y motivos y una puerta abierta a la improvisación. La otra es Aviario sónico, Céleste Boursier-Mougenot, un singular espectáculo de música involuntaria de cuarenta pinzones, que en función de la circulación de los visitantes, se posan sobre platillos y trastes de bajos y guitarras.


Otra estrategia recurrente es la activación de la memoria; en la débil propuesta Stroke/aspire, de Anya Gallacio, donde más allá del evidente juego olfativo no encuentro las claves psicoanalíticas de las que habla la artista en su discurso, amén del uso manido del círculo para reflejar el eterno retorno y la inmortalidad del proceso de creación. La memoria también es protagonista en In Silence, de Chiharu Shiota; una afirmación de la pérdida de la voz, cuyo recuerdo es bello. Una obra de ingeniería que destaca sobre las demás y sin embargo difiere de la premisa principal planteada en la muestra.


Y es que los comisarios Flora Fairbairn y Olivier Varenne no han sido del todo rigurosos con la coherencia temática entre las trece instalaciones (no todas las las obras se transforman a cada momento, como reza la nota de prensa, ni cualquier obra de site specific plantea de por sí cuestiones inherentes al arte efímero), aunque sí resulta loable el sumo cuidado estético con que han concebido la exposición. No es casual que Flora haya dirigido el Concrete and Glass, un festival de artes plásticas y escénicas; On & On es como un gran montaje escénico que reafirma la experiencia estética y la magia del instante, con presencias inesperadas y efectos de extrañamiento. El espectador, si bien no es el actor principal, participa activamente y da sentido a las obras, que evocan recuerdos y sensaciones universales. Un público de lo más abierto y heterogéneo puede interpretar distintos niveles de lectura y experimentar su propio descubrimiento emocional. Este fenómeno me parece un hecho positivo, pues como dice Howard Hussey: la segregación elitista de la vanguardia no es culpa del arte sino de la sociedad.


En conclusión, en una sociedad en la que las perspectivas de futuro son cada vez son inmediatas, es inevitable que el arte efímero vaya adquiriendo legitimidad en museos e instituciones. El valor expresivo de una obra no debería basarse en su materialización, sino en las ideas que ésta genera en nuestra memoria, en las huellas que prevalecen cuando el objeto ha desaparecido. Esta no es una idea nueva; ya desde Duchamp se cuestiona la concepción del arte como objeto, y el site-specific ya era explotado durante los primeros happenings y performances. Sin embargo, On & On presume de ser la primera exposición de arte efímero en España.


Adrián Sivestre.

Del 19 de Noviembre al 16 de Enero 2011: On & On en LA CASA ENCENDIDA

Blazy/BousierMougenot/Creed/Fornieles/Gallaccio/Golsworthy/Graus/Morgan/
Sehgal/Shiota/Signer/Steiner&Lenzlinger/Zanon.

La bienvenida a la exposición nos la dan los curadores desde la pared, donde nos señalan que las obras que veremos, de arte efímero, son una respuesta de trece artistas (catorce!) a la condición de control del mundo en que vivimos por parte de los medios.

El catálogo es muy completo pero un tanto pretencioso. El texto de Hussey me parece abigarrado, sin un hilo conductor que sea un punto de referencia para orientarse en cuanto a la obra. En seguida, nos enfrentamos a un escenario escindido entre dos cuerpos de salones en dos pisos, separados por el pasillo central, lo que produce una cierta dificultad de orientación. Se termina con la sensación de que uno pudo haberse perdido de ver alguna de las obras. Y en mi caso de todas maneras fue así porque en mis dos incursiones no logré encontrar las performances de Eloise Fornieles y Tino Sehgal.

La muestra cuenta con artistas de experiencia y/o de presencia en museos de prestigio internacional con inquietudes que no necesariamente coinciden con las anunciadas por los curadores, lo que ya de por sí, deja en el aire un interrogante. Como arte efímero propiamente, en la medida en que de ello no quedarán huellas más que las trasliteradas a otro medio, se presentan los trabajos “La Cripta”, de Michel Blazy y “Down time” de Claire Morgan. Desde perpectivas muy diferentes, ambos abordan la realidad de la decadencia y de la muerte. En el caso de Morgan, un gesto de melancolía se desprende de su concepto del paso del tiempo sin mayor trascendencia filosófica mientras que en Blazy se trata del aprecio por la vida que se encuentra en lo que normalmente significamos como descomposición y muerte.

Chiharu Shiota, encierra un piano y sillas quemadas en una intrincada telaraña de hilos de lana negra, como memoria de una fuerte impresión de su infancia cuando un incendio hizo enmudecer el piano del vecino. La confrontación con la posibilidad real de que la voz se pierda, la pone en contacto con la palabra interior. Es la manifestación de esta palabra viva pero silente que grita desde la madera quemada del piano y las sillas. Trabajo logrado con gran sutileza.
Gerda Steiner y Jörg Lenzlinger habían ya presentado una obra en la Casa encendida en el 2003 y esta vez, nos traen una aliviante propuesta anti-globalización donde la imagen resulta mejor metáfora que la información grosera del catálogo.

Sorprende la leve referencia que se hace al “Work number 227” de Martin Creed que generara una enorme polémica al ganar el premio Turner del 2001 a pesar de que es una excelente ocasión para reintroducir la pregunta por el valor artístico de algunas propuestas. En ese sentido, no se menciona para nada que la obra llamada “Intervalos”, donde se encuentra el trabajo de “hielo, tinta, bombilla”, de Kitty Kraus, fue solicitada por el Museo Guggenheim de New York para ser presentada de Octubre a Enero del 2010, otro punto también polémico dada la corta trayectoria de la artista. Estamos en presencia de una obra relevante por la discusión que podría abrir con respecto al arte contemporáneo y al sistema del arte en sí, pero que no ha sido tomada por ese costado, sino que da la impresión de que el interés es más consistente con la práctica de promover artistas dentro de una red muy actual que involucra la “business administration”. Los curadores, Flora Fairbairn y Olivier Varenne se dedican a la visibilización de la obra de artistas. Fairbairn además promueve internacionalmente a los artistas cubanos y da soporte al arte emergente a través de un sitio web y maneja una galería en Londres. Varenne es curador y comprador de arte del Mona de Hobart y realizó estudios en el área de Administración de Negocios.


Priscilla Echeverría

jueves, 25 de noviembre de 2010

Arte Efímero: pasen y vean.


On & On se presenta al público con el sensacionalismo de un espectáculo circense, el uso de materiales perecederos, como fresas, chocolate o patata, pájaros que tocan notas al azar o la recreación del viento frío y húmedo del atlántico han levantado gran expectación y las multitudes hacen cola para ver en acción a los pájaros del francés Céleste Boursier-Mougenot, como si de una atracción de circo se tratara. Los comisarios Flora Fairbairn y Olivier Varenne han reunido en La Casa Encendida la obra de 14 artistas internacionales agrupados bajo el tema del arte efímero.


La exposición constituye lo que se conoce como un ¨blockbuster¨, concebido para atraer el interés de todos los medios de comunicación y disparar las cifras de visitantes. Si bien no hay muchas ocasiones en las que se pueda asistir a una muestra colectiva de arte efímero, el fenómeno nos permite hacer una reflexión sobre “el género” (siguiendo en el símil del cine). Es difícil contemplar obras de arte efímero sin evitar pensar como fueron en el pasado y como serán en el futuro, sabes que lo que ves, es único en ese instante, que por su naturaleza transitoria el conjunto de la muestra es diferente en cada momento y que es imposible ser testigo de todo el proceso. El principio que sostiene el arte efímero es precisamente ese, que no podemos abarcar todo en la vida, y la visita, como nuestro propio paso por la vida, es efímera, pero eso no significa asumir que solo sea una parte del todo, sino que ya es un todo en sí mismo.

El espectáculo en que se convierten estas obras me plantea preguntas: ¿es arte o entretenimiento? ¿es la experiencia de ¨haberlo visto¨ lo que nos interesa o nos quedamos con algo más? ¿En qué manera puede el arte efímero transcender en la historia del arte desde su naturaleza no objetual, no almacenable?


La muestra se extiende por todo el espacio de La Casa Encendida y destaca la utiización de las zonas de paso. En mi opinión precisamente una de las piezas visualmente más interesantes la encontramos en una de las escaleras, Down Time de Claire Morgan, donde fresas suspendidas de hilo de nylon crean un tapiz de color intenso que ha sido atravesado por un grajo negro. Los hilos de nylon forman una telaraña óptica, haciendo de nuevo alusión al paso del tiempo. La instalación funciona como un cuadro en tres dimensiones y nos proporciona múltiples encuadres, según nos situemos frente a ella. A continuación también de gran fuerza visual la representación bella y siniestra del recuerdo de un incendio de Chiharu Shiota. Después, los trabajos más efectistas comienzan en una habitación pintada de chocolate y las lámparas de velas de Anya Gallacio, la actuación desafinada de una guarda de seguridad por obra de Tino Sehgal, la versión realista de una cripta de Michel Blazy, la visión apocalíptica del triunfo de la Naturaleza sobre la sociedad tecnológica en The Conference de Gerda Steiner y Jörg Lenzlinhger, la actuación al piano de Gregorio Zanon customizada por el público o Eloise Fornieles en persona recogiendo mensajes desde su barco en el patio. Entre los que despiertan menos exclamaciones, las piezas de Roman Signer, Martin Creed, Kitty Kraus o Andy Goldsworthy. Y es que parece que la reacción del visitante se reduce a dos interjecciones: oh! (de sorpresa) y ajá! una vez conoce la historia que hay detrás.


gm

“On&On”. ¿Lo efímero tiene que morir?




Marcin Franciszek Rynkowski


De las fresas jugosas a un cádaver podrido, de la ausencia de la presencia al espejismo de nuestro pasado, de la destrucción creativa a la creación destructiva. ¿Cuál es la distancia? ¿Cuánto dura el viaje? Un instante. Ésa es la respuesta de algunos de los 13 artistas en la exposición "On&On" que se inauguró día 18 de noviembre en La Casa Encendida(Caja Madrid).


La "primera muestra del arte efímero en España"de 14 obras, comisariada por Flora Fairbairn y Olivier Varenne, hace un tributo a las raíces del arte efímero de finales de los años 50 (el site specific, el arte de acción, el arte conceptual, el land art, que sustituyeron la valoración del objeto en sí por la idea que lo ha creado) e intentan convencernos de que La Casa Encendida es el único sitio donde las obras pueden manifestarse y dejar las huellas de su "fugaz" existencia en la memoria de los espectadores.


Las dudas aparecen cuando vemos las transparentes propuestas de Roman Signer y Andy Golsworthy, que han eternizado el momento efímero en el material sólido de vídeo y cuando nos enteramos que las propuestas como el “circo” de las partituras sin sentido de los diamantes mandarines de Céleste Boursier Mougenot, y la obra de Martin Creed, que ilumina y esconde la “nada” escondida detrás de su proyecto, viajan por el mundo del arte recalentándose desde hace 9 años.


Lo efímero, para llegar a serlo, tiene que morir, éstas son las reglas de la modernidad líquida de la que habla Bauman. La realmente "fugaz" obra de Kitty Kraus cumple esa promesa. El bloque de hielo se transformó en una charco de tinta negra y acabó como un fresco abstracto, capaz de cruzar las fronteras de su site specific en las suelas de los espectadores y viajar por Madrid de incógnito. La marca de muerte aparece también en el mudo performance de Eloise Fornieles (comparado con su ruidoso proyecto de 2007 A grammar of love and violence). Por no ser grabado, desapareció el día 21 de noviembre definitivamente, dejando sus cenizas en la memoria de los espectadores que llegaron a verlo.


El término efímero parece confuso cuando miramos las obras de “feísmo sensorial”, de Clarice Morgan y Michael Blazy, y Aspire de Anya Gallaccio. Las fresas “muertas”, igual que Le Crypte de Blazy, desvelan las energías mortíferas que a base de la muerte crean otra obra artística. Lo mismo ocurre con las velas de Gallaccio que agonizan mutuamente y la lluvia de sus lágrimas de cera queda en el suelo, dibujando una efigie.


Todo eso me hace la pregunta ¿Qué es lo realmente efímero en “On&On”? Sin duda no es el material que construye las obras como In silence de Chiharu Shiota, la más sublime de la exposición, donde el piano mudo y 37 sillas vacías "mordidas" por las llamas del tiempo están abrazados por la telaraña de ausencia del sonido. Lo efímero se desvela en el momento fugaz, en el que las contemplamos. El tiempo y el espectador son los factores fundamentales de la muestra, que no es, sino que está desmoronándose y creándose mutuamente. La irrepetible mirada contrastada con la solidez de las palabras que intentan eternizarla provoca la amarga sensación de que todavía no se puede decir “todo”. Este todo rematado por el punto al final de la frase aparecerá el día 16 de enero, cuando acabe la exposición, en silencio...







ON&ON, EXPOSICIÓN DE ARTE EFÍMERO: EL OLOR DEL TIEMPO PERDIDO

Inés Plasencia Camps

Qué pasaría si nos expusiéramos al paso del tiempo resignados, si tuviéramos enfrente ese instante único, tan esperado, sin la posibilidad de retenerlo. Es cierto: nos ocurre cada día. Sin embargo, mientras tanto, sentimos que algunas cosas permanecen como prueba de que aquello tuvo lugar. Algunas de esas cosas son las obras de arte, parte de cuyo valor reside en esa condición de prueba indiscutible del pasado.

En la exposición On&On de La Casa Encendida, comisariada por Flora Fairbairn y Olivier Varenne, catorce obras de arte efímeras, muchas de ellas manifestaciones del site-specific, se rebelan contra esa condición y huyen de los sótanos de los museos. Participan de una de las más importantes reflexiones del arte de la segunda mitad del siglo XX, que desde los sesenta, con los happenings, las acciones y las performances, el land art y el arte conceptual, intenta hacer al público partícipe de un momento irrepetible y cuestionar el papel de las instituciones. Estas prácticas, tan críticas en su origen, dejaron abonado un terreno lo suficientemente flexible como para albergar infinitas revisiones.

Pesos pesados como Roman Signer y Andy Goldsworthy conviven con artistas jóvenes como Eloise Fornieles. Los olores de las fresas de Claire Morgan y del chocolate de Anya Gallaccio, con las luces que se encienden y se apagan de Martin Creed. La música de los pájaros de Céleste Boursier Mougenot, la guarda de seguridad de Tino Sehgal que canta convirtiendo el museo en lugar de creación y el estado de ánimo del pianista Gregorio Zanon, conviven con el silencio de la impresionante, maravillosa instalación de Chiharu Shiota, concierto que nunca comienza, anatomía de la espera envuelta en sus habituales hilos negros. Inquietante es la obra de Steiner y Lenzlinger, en la que unas flores químicas irán invadiendo una sala de juntas el tiempo que dure la exposición. Menores son la metáfora del hielo de Kitty Kraus y la asquerosa podredumbre de La crypte, de Michael Blazy, que parece querer informarnos de lo que nos pasará cuando hayamos muerto.

Lo que se publicita como la primera exposición en España dedicada al arte efímero, y que traslada viejos cuestionamientos al registro y almacenamiento de imágenes que caracteriza la era digital, brilla por momentos, en realidad, por su carácter de juego más que por su capacidad de emocionar al reconocernos en su carácter transitorio, por la apelación a casi todos nuestros sentidos y por ofrecer cada vez una visita única. Las obras por separado, no obstante, oscilan peligrosamente entre la hermosa sutileza y el fácil efectismo, y lo que es peor: amenazan con una nueva etiqueta de resonancias cortesanas que en Francia, país de origen de Varenne, ha sido bastante útil para atraer al público pero que aglutina demasiadas cosas. Una poética inofensiva, menos atrevida que la de sus “papás”, con las paradojas de siempre: los videos pueden volver a verse, un guarda de seguridad ya cantó en la Bienal de Venecia de 2005, y Creed lleva moviendo su pieza desde 2001. Algo que quizá no habría que decir si no fuera por la promesa de innovación que rodea la muestra.

Las piezas de On&On se quedarán con suerte, mientras nos entretienen, en esa imperecedera reflexión: la reivindicación de la obra como una experiencia, como el instante y no como su prueba; una reflexión sobre el poder de la memoria que nos deja como siempre resignados pero felices sabiendo que, aunque el instante no volverá a repetirse, al menos estuvimos presentes.

domingo, 14 de noviembre de 2010

CIRCUITOS MMX

La Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid alberga desde el 4 de noviembre de 2010 hasta el 8 de enero del año próximo la XXI edición Circuitos de Artes Plásticas, donde un comité de selección compuesto por cinco miembros, entre ellos el joven comisario de la muestra, Iván López Munuera, ha escogido ocho propuestas artísticas alumbradas por creadores noveles que proponen un amplio espectro de lecturas e interpretaciones.
La exposición se articula en dos espacios principales y estos a su vez se subdividen en cuatro compartimentos separados entre sí por cortinas de lamas de pvc, cada uno de los cuales alberga la obra de un artista. El uso de este producto plástico no es arbitrario, pues la idea del comisario y el montaje de C+arquitectos es que se puedan vislumbrar o intuir las sombras de las obras anexas a la que estamos contemplando, a modo de intrigante prólogo o sugerente invitación a continuar hacia adelante como si de un circuito se tratase, en coherente conexión con el título de la muestra, sin embargo esta plausible concepción se ve un tanto deslucida por el molesto olor que emite el citado material y que en buena medida se debe al reducido espacio en el que se condensan las piezas y la necesidad de separar, mediante una barrera física, las mismas.
En cuanto a las obras expuestas, hay que señalar que López Munuera, en una declaración de intenciones contenida en el catálogo, afirma que no hay un concepto o hilo conductor que las unifique, algo en cierto modo es inusual en una exposición colectiva donde suele haber un punto de encuentro, por sutil que este sea, pero a su vez huye de la idea de que sea una exhibición en la que cada pieza va por su lado a modo de totum revolutum donde cada artista muestra su género sin atender a los que le rodean. Esta aparente incongruencia queda resuelta tras recorrer la exposición pues destaca en primer lugar la concepción expositiva homogénea, donde las obras dialogan entre iguales sin elementos destacados, y en segundo porque sí se aprecia un tronco común del que emergen ramas multiformes, de poliédricas lecturas, que es la crítica, ya sea ofrecida de forma directa o por caminos más reflexivos, a la hipocresía social, a la ambición y la insensibilidad de la sociedad, a la aceptación de los caminos que unos pocos marcan y el resto seguimos cual rebaño, sin autocrítica, con excesiva autocomplacencia y aceptación de unos códigos y comportamientos en numerosos casos aberrantes. Las obras conversan entre sí y aunque no queda muy claro si esto era algo premeditado a la hora de seleccionar las obras o si se ha producido de forma indirecta, fortuita, no cabe duda de que entre ellas la interrelación existe. También es interesante en esta comunicación la interdisciplinariedad de las propuestas, ya que tienen cabida materiales tan diversos como la madera, el granito, el metal o el grafito que se combinan con elementos audiovisuales, lo que otorga al conjunto una riqueza añadida. Cosa bien distinta es la calidad de las mismas, donde sí se aprecia un cierto desequilibrio pues unas piezas brillan para quedar otras en la penumbra. La exposición arranca con la irónica propuesta de Daniel Martín quien, en Molde de lo real, y en un comienzo muy prometedor de la muestra, ridiculiza sobre la excesiva regulación de las actividades del ser humano, cuyo comportamiento queda marcado por una serie de instrucciones hasta en los niveles más íntimos. Sin embargo, con las obras de Lilli Hartmann y Teresa Solar, la máquina crítica se ralentiza notablemente y se exploran otras sendas más próximas a ejercicios reflexivos y al conceptualismo, pero de dudosa idoneidad para el conjunto expositivo. Esta parte de la muestra se completa con el trabajo titulado Tales of Wonder Site, criatura de Momu & No Es, donde se recupera la carga irónica mediante la proyección de un falso documental que narra la historia de las hermanas Monoritz, escritoras japonesas de éxito.
En la planta superior, Ignacio García propone una acerada crítica en Fragmentos de una mitología contemporánea, obra en la que unos dibujos a simple vista inofensivos muestran la crueldad y los atroces comportamientos del deshumanizado ser humano. Por su parte, Esther Achaerandio proyecta un vídeo que muestra cómo se cubre la cabeza con billetes de cincuenta euros, propuesta bastante floja que desluce aún más con el extenso e innecesario texto donde explica con detalle su concepción artística. El cierre de la exposición es harto brillante, tanto por la instalación de Lara García, Ondas que matan, donde aborda el genocidio ruandés tomando como eje la radio, un elemento a priori inofensivo pero convertido en arma feroz para sembrar el odio y la muerte, que se apoya con un intermitente silbido ya insoportable antes de entrar incluso en el recinto donde se encuentra la pieza, como por el vídeo de Bongore, Hola, soy europeo ¿me das trabajo?, en el cual el propio artista con más torpeza que maña pero mucha elocuencia en la inversión del fenómeno de la inmigración, se apresta a la construcción de un cayuco en Senegal, dejando un sabor amargo en el visitante.
Jorge Cruz.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Circuitos MMX: Arte plastificado



En uno de los espacios, Daniel Martín Corona (1980) satiriza rituales sociales y culturales del estado de bienestar. Mediante libros de instrucciones de uso o de montaje sistematiza temas como la religión, el éxito personal o la experiencia estética; les roba su credibilidad o su trascendencia y evidencia una sociedad saturada de reglas y normas sociales sustentada en un superfluo automatismo. Teresa Solar (1985), en el espacio contiguo separado por una gruesa cortina de pvc, se centra en la similitud entre las (no)imágenes que captó la misión que en los años 60 viajó a la fosa de las Marianas y las que la artista hace de una sábana negra incluida en su instalación. La nada, la oscuridad, puede ser una y mil cosas a la vez y estar cargada de múltiples significados, símbolos y analogías. Momu & No Es (1982 y 1979) recrean un falso documental sobre dos escritoras que dialogan y responden a preguntas acerca de su última novela; en el documento visual la realidad y la ficción se solapan, compartiendo lugares comunes que incitan a la reflexión acerca del hecho de la creación y de los límites entre lo imaginado y lo real. Lili Hartmann (1976), en otro de los espacios de la planta baja, muestra su interés hacia el lenguaje y las palabras, por lo que pueden llegar a significar y simbolizar. Plantea preguntas, reflexiones sin respuesta; su fin no es, por tanto, conclusivo, sino expansivo. Ignacio García Sánchez (1987) dibuja. En la planta de arriba, sus representaciones metafóricas, casi narrativas, muestran el mundo degradado de un posible futuro inminente. Esther Achaerandio (1982) radiografía la apabullante proliferación de las populares publicaciones de autoayuda donde el éxito, el dinero, el amor o el reconocimiento social son las metas de una masa que busca reencontrar a toda costa el paraíso perdido de la infancia. Al fondo del espacio, Lara García (1977) reflexiona sobre las diferentes formas en las que los medios influyen en la construcción de la realidad, sobre los significados y lecturas que éstos le otorgan. El genocidio de Ruanda de 1994, como caso paradigmático, evidencia la flagrante diferencia entre lo que la prensa occidental quiso mostrar y la realidad que allí estaba acaeciendo. José Luis Bongore (1979) viaja a Senegal en busca de trabajo, subvirtiendo de esta manera los roles migratorios que se habían dado hasta la fecha.

Aunque aparentemente no tengan nada que ver, lo que estas ocho obras tienen en común es haber sido seleccionadas este año de la convocatoria que la Comunidad de Madrid realiza anualmente y en la que se eligen a los jóvenes artistas más destacados que trabajan en la región. Las obras estarán expuestas hasta el 8 de enero en la Sala de Arte Joven, un espacio que funciona a modo de escaparate donde se exhibe lo que pretende ser un termómetro del estado del arte más actual y emergente.

El encargado de articular y de dar forma a una exposición que a priori no muestra ninguna conexión entre sus piezas ha sido el joven comisario independiente, Iván López Munuera. La ingeniosa forma de vertebrar la muestra del comisario ha sido mediante el pretexto del viaje o del recorrido. El viaje articula la obra de los artistas como individuos en constante movimiento que otorgan veracidad a esa frase que dice que es imposible ver el mundo desde el centro, tan sólo es posible verlo atravesándolo en todas direcciones.

El espacio ha sido organizado mediante las ya mencionadas cortinas de pvc, que aíslan parcialmente los habitáculos que acogen cada una de las obras y que crean una atmósfera aséptica de plástico, material que también recubre las paredes blancas. Falta transpiración. Por otro lado, es de agradecer la publicación gratuita que se facilita en la muestra y que nos permite acercarnos a los artistas de forma individualizada mediante una entrevista personal en la que el comisario insta a cada uno a responder acerca de cuestiones como la formación artística en España y en el extranjero, la importancia de los viajes en su producción, sus aspiraciones para el futuro, etc. Esta publicación es una manera ejemplar de acercar el arte contemporáneo al espectador de una forma mucho más consecuente con su razón de ser, es decir, envuelta de un contexto y de un marco teórico que le es consustancial.

Es posible que, como dice el comisario, la muestra carezca de un discurso unificado en su temática o trasfondo, pero a nivel social sí que pueden establecerse nexos de unión que dan coherencia a las ocho propuestas que se exponen y que, como tales, establecen un hilo conductor. Las obras, algunas más que otras, son interesantes, tienen un trasfondo y poseen un cierto calado, pero personalmente creo que no aportan mucho más al panorama artístico, les falta innovación y un mayor compromiso con la realidad más inmediata. Todas ellas muestran las diferentes caras de un poliedro generacional que, si bien es consciente del mundo en el que vive, no llega a rebelarse contra esta realidad, sino que se amolda. Sin duda sintomático.


Lidia Mateo Leivas


viernes, 12 de noviembre de 2010

LA XXI EDICION DE CIRCUITOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID

El pasado 3 de Noviembre se llevó a cabo la inauguración de la XXI edición de los Circuitos de Artes Plásticas (Circuitos MMX, Espacios compartidos) que convoca el Gobierno de la Comunidad de Madrid. El objetivo de esta actividad, es impulsar a los artistas jóvenes, menores de 35 años que trabajan en la región.
En esta ocasión, se designó a Iván López Munuera como comisario de la exposición, quien tuvo el difícil trabajo de dar unidad a ocho propuestas independientes, que lograra justificar el uso de un espacio común, especialmente si tomamos en cuenta que el único criterio de conexión fue la condición de ser joven.
Los trabajos pertenecen a Esther Achaerandio, Bongore, Lara García, Iganacio García Sánchez, Lilli Hartmann, Daniel Martín Corona, Momu & No Es con sus dos integrantes y Teresa Solar Abboud.

La muestra resulta ser muy diversa, no solamente en cuanto a los temas y a las técnicas que los artistas trabajan. Diversa es también la trayectoria de cada uno o una de ellas y los estudios académicos realizados, por lo que el comisario optó por realizar una entrevista lo más estandarizada posible que le diera luz sobre los puntos de articulación. De hecho, estas entrevistas se nos entregan en el catálogo y nos permiten hacernos un perfil y sentirnos más cercanos a la experiencia artística y las inquietudes que los impulsan a querer permanecer y crecer en el campo artístico. Qué encontró Iván López es algo que se ilustra a la entrada del salón. Los nombres de cada joven aparecen haciendo fila en la blanca pared y de cada uno de ellos se delizan puntos de colores como delgadas serpientes que recorren el espacio para intersectarse y arribar a los nombres de los cuatro continentes que han sido por ellos visitados, a los de los materiales utilizados en las obras mostradas, a los tiempos de producción y a los presupuestos económicos finalmente invertidos. Debajo de cada nombre además, en papel cartón encontramos un pequeño buzón que contiene palabras clave, significantes que juegan desde dentro y que se asoman furtivamente invitando a ser manipulados por el espectador. Al lado, un televisor anuncia lo que habremos de encontrar y en el suelo, están colocados los catálogos insertos en bolsas de zip-loc. Nos sorprende no encontrar un catálogo convencional. Es más bien una réplica de la dificultad de unificar trabajos muy particulares. Cada autor cuenta con un sobre color pastel con su nombre y el de su propuesta y contiene dentro la transcripción de la entrevista en castellano. Los sobres se suceden uno tras otro, así como tarjetas postales de los trabajos puestas al azar y un pequeño folleto reproduce lo que encontramos en la bolsa y añade los créditos a las autoridades gubernamentales y a los participantes en la puesta en escena de esta edición. Lo que unifica, es la bolsa plástica en sí, y parece un símil de las bolsitas que nos obligan a portar cuando viajamos en avión.

Y es que lo que encuentra de elemento vinculador el comisario, son propiamente los circuitos en relación a las experiencias de viaje, el humus del que emergen sus realizaciones, de allí el uso a lo mejor, de elementos “viajeros” en este intento de orquestación.Cómo separar sin aislar y cómo unir sin forzar? Cómo hacer posible ese concepto de “divergencias y convergencias” de las que habla Iván López?
La disposición en los salones era otro problema a resolver. El uso de bandas verticales transparentes, recuerdan nuevamente, las bandas de chequeo en los aeropuertos, pero aquí la transparencia se usa derribando ese concepto de “seguridad nacional” para por el contrario, ser elemento que permita una intimidad sin velar, más bien sugiriendo y anticipando lo que se iba a encontrar al pasar de un circuito al otro. Se produce una transición suave en una muestra que además, cuenta con materiales de crítica muy fuerte, pero sin despotenciarla, sin atropellar su carácter. Conservar esa individualidad precisamente, sin aniquilarla sino remarcándola, aprovechándola, para permitir que la heterogeneidad sobreviva, esa disparidad que estos protagonistas se han topado al viajar, cuyas marcas personales nos permiten vislumbrar la necesidad que la mayoría de ellos tiene de ir a otros lares en busca de nuevas experiencias desde dónde ponerse a prueba y nutrir su talento y también, mostrarlo a los demás para iniciar el diálogo.

Más allá de las dificultades de una muestra de este tipo y de la inventiva y agudeza que demuestra el comisario, sí considero que hay aspectos que son parte de la cura y a los que se les debe prestar atención. Por algo la palabra cura significa “cuidar”. Me refiero concretamente a los materiales utilizados para eliminar la condición de “cubo blanco” en los aposentos y a ciertos detalles de la edición en papel. Por otra parte, el plástico utilizado en las cortinas verticales genera una elevación muy poco confortable de la temperatura, además de que la evaporación tóxica daña los ojos. La letra del material escrito es excesivamente pequeña, lo que desestimula la lectura. Contiene también errores tipográficos y existe un cierto desorden en los rubros de presentación de los autores. Como lo plantea Rosalyn Deustche, parte de “las condiciones en que se enmarca la designación de objetos como obra de arte….es el aparato físico que lo sostiene….” Y en este aparato físico se debe incluir el extremo cuidado en la presentación de la obra de los autores, que, no por ser jóvenes, merecen ser menos cuidados que los “no jóvenes”.

Priscilla.

Circuitos MMX: la nueva escena de arte joven emergente.


Irene López



El centro de Arte Joven Avenida de América acoge los XXI Circuitos de Artes Plásticas 2010 donde 8 artistas menores de 35 años que han sido seleccionados en esta nueva edición, presentan sus obras hasta el 8 de Enero del 2011. Es importante señalar el valor que este certamen tiene para la promoción del arte emergente y el esfuerzo de las instituciones de la Comunidad de Madrid por favorecer e incentivar la creación artística entre los jóvenes residentes en la capital. Fruto de este esfuerzo, nace el Centro de Arte Joven creado en 1990 bajo el nombre de Centro de Recursos Culturales, y que posteriormente, ha pasado a denominarse tal como hoy lo conocemos. Este nuevo cambio ha hecho ampliar su labor de difusión del arte emergente: exponen autorías internacionales y colaboran con universidades, además un comisario independiente se encarga de la organización de las nuevas exposiciones, como ésta última, comisariada por Iván López Munuera. La exposición Circuitos apuesta por dar salida a las nuevas voces artísticas que luchan por expresarse y dar a conocer su visión del mundo, de este modo, nos encontramos con 8 propuestas diferentes entre sí y que no están unidas por un hilo conceptual común. Este aspecto queda soslayado por el carácter informal y dinámico que la exposición ofrece, respondiendo al ambiente juvenil y desenfadado que se respira en la exposición. El tejido individual que cada artista construye originalmente responde a una cosmovisión en común, tal como explica el propio López Munuera: “no es tanto la definición de una instalación intermedia como la fabricación de una atmósfera.” Una atmósfera pues que une artistas nacidos bajo una misma generación; una generación que se mueve, que viaja y que aprende, que experimenta con nuevos formatos, que mezcla, que convive con la hibridación de las artes, con la aproximación a esferas artísticas que son capaces de generar un diálogo crítico, una puesta en evidencia de las suturas de la sociedad en crisis, una puesta en entredicho de los valores del capitalismo occidental, un énfasis en señalar que el arte aún tiene en sus manos la capacidad de acción, de crítica y de cuestionamiento. Por ello, López Munuera ha creado un montaje expositivo capaz de satisfacer y de no interrumpir los diferentes espacios dedicados a cada artista: Lara García Reyne, José Luis Bongore,, Daniel Martín Corona, Ignacio García Sánchez, Teresa Solar y MOMU & NO ES, Esther Achaerandio, y Lili Hartmann son los protagonistas y los elegidos en esta nueva edición del certamen. Así, cada artista disfruta de una individualidad y de un espacio personal para exponer su proyecto. 8 espacios que quedan separados por cortinas de plástico trasparente, lo que posibilita la visibilidad entre los diversos lugares y a la misma vez favorece la posibilidad de un discurso en conexión, es decir, la creación de un circuito que acoge el mundo particular de cada artista. En la planta cero, se presentan 4 de las propuestas que responden a un criterio de selección dispar; no hay un uso de un material común, ni temático, sino que cada uno plantea y utiliza diferentes soportes y temáticas. Una instalación, una videoproyección, una cámara de circuito cerrado, una obra conceptual. El visitante se sumerge en el universo artístico de cada propuesta que mezcla y utiliza diversos formatos, con la desventaja de que el olor constante a plástico impide por momentos una concentración adecuada. En el piso superior quedan expuestas los restantes; de nuevo la mezcla de materiales y de soportes son los leit motivs que reinan en este espacio. La video instalación es el formato líder en esta exposición colectiva, sin embargo, no se han ofrecido los medios adecuados para una correcta visualización, sólo en una de las salas se ofrece un asiento donde apenas cabe una persona. Una de las propuestas que más merecen la atención es fragmentos de una mitología contemporánea, presenta una serie de dibujos en miniatura con una capacidad crítica e irónica inaudita; el problema es la excesiva iluminación que deslumbra al espectador, hecho que dificulta una visión adecuada. Así mismo, el plástico de las paredes y las cartelas de papel en alguno de los casos, reafirma la idea de exposición informal. Cabe destacar la originalidad de la propuesta, pues no hay que olvidar que se trata de una exposición colectiva y por ello conlleva en si una doble dificultad: la de articular un discurso coherente y común sin pasar por alto la individualidad de cada protagonista y la disponer, con pocos medios, de un montaje innovador. Sin duda, la colaboración de C+arquitectos, ha ayudado a la creación de un planteamiento museográfico capaz de satisfacer esta premisa. Hay que sumar a este hecho, la creación de un más que original catalogo creado por Monster Club, una suerte de mapa que clarifica y favorece el entendimiento de esta exposición de jóvenes artistas a los que por seguro, les espera un futuro prometedor.



Sobre Circuitos MMX y el comisariado

-
La Sala de Arte Joven es una sala de la Comunidad de Madrid, dependiente de las Dirección General de Archivos Museos y Bibliotecas. Este dato es importante; hablamos de políticas públicas culturales. Su objetivo declarado es promover y difundir el arte emergente favoreciendo el acceso a los canales profesionales a los jóvenes artistas menores de 35 años y residentes en la región. Para ello, según se publica en www.madrid.org, acoge en su programación una convocatoria anual que conforma la exposición itinerante Circuitos de Artes Plásticas, que este año cumple su vigésimo primera edición. A su vez mantiene una política de apoyo a jóvenes comisarios que se materializa en otra convocatoria anual cuyo ganador define la programación del primer semestre del año. El 2 de noviembre se publicaba en dicha web el resultado de la última convocatoria que otorgaba el papel de nuevo comisario de la sala durante el primer semestre de 2011 a Roberto Vidal. Al día siguiente se inauguraba la actual edición de Circuitos de Artes Plásticas, comisariada por Iván López Munuera que podrá visitarse hasta el 8 de enero de 2011. Como he comentado, la muestra acorde con las buenas prácticas respecto al circuito público del arte, es resultado de una convocatoria pública. El aparato de valoración es un jurado o comité especializado compuesto por profesionales del sistema de arte, figuras políticas y el comisario de la exposición. Este año los artistas privilegiados por el jurado, cuyas obras pueden verse en la exposición son: Lara García, Bongore, Ignacio García Sánchez, Teresa Solar Abboud, Daniel Martín Corona, Lilli Hartmann, Esther Achaerandio, y el colectivo Momu & No Es.

Busco entre las convocatorias y no encuentro cómo se define el rol del comisario de la exposición. Llego siguiendo sus palabras y textos hasta nuestra inclusiva y exclusiva comunidad emocional, cuya impronta puede seguirse a lo largo de muchos de los fenómenos culturales de la ciudad. Su rastro me lleva a una novedosa plataforma curatorial reunida entre Matadero y el Musac, una red de jóvenes comisarios que convive con la generación anterior que dio lugar a ese manual de buenas prácticas del ecosistema artístico y cultural, entre los que encontramos como símbolo al actual director de MNCARS. Una propuesta que ha de dialogar además con las prácticas más radicales y contemporáneas en el ámbito de la mediación, la educación, la pedagogía y la posibilidad.

Muchos de los trabajos que componen Circuitos tienen un fuerte sentido crítico, desde la verdaderamente elegante Lilli Hartmann y el fino molde de lo real de Daniel Martín Corona, hasta la contundencia del joven y tullido proletario de Ignació García Sánchez o del europeo buscando trabajo de Bongore. Los planteamientos de los ocho proyectos que acoge la exhibición están a la orden del día en los debates contemporáneos. Aún así, la forma de participación de los artistas en la actual edición, hace que no se haga explícito un leitmotiv de la exposición y que se percibida el reto comisarial de concretar un uso del espacio compartido. Salta a la vista la dificultad y necesidad de redefinir los habitáculos blancos de la sala, el diseño divide la disposición de las obras y también al visitante, lo disuade de ocupar los distintos espacios. Me quedo con un panel que encuentro en la entrada y presenta un punto de vista relacional a través de diagramas que permiten interpretar esos circuitos e itinerarios geográficos, materiales, económicos y temporales. Me confunden las cartelas con forma de flechas que parecen señalar la obra equivocada. Entre las propuestas que componen Circuitos conviven acuerdos y desacuerdos, acercamientos distantes que generan un espacio dialógico apoyado y promovido por una preciosa contribución curatorial, una serie de entrevistas que me vinculan con el otro, en este caso los artista. Una decisión de Iván López Munuera, que me permite preferir la noción de procomún frente a la de comunidad emocional y a la participación de unos pocos, los que están cerca. Cada entrevista un don, un regalo, un vehículo hasta el relato del otro.

No pasa desapercibido el nombre del comisario. Tampoco cuándo y 'cuánto' encuentro su nombre, en el texto, su traducción, la gráfica o la sala. Porque hablar de las formas de comisariado es hablar de procesos de legitimación, de políticas culturales o, simplemente, política. De cómo se define la participación en el sistema del arte.

Iván López Munuera nace en Madrid, en 1980. Es crítico y comisario independiente de arte contemporáneo. Explora la inscripción del arte contemporáneo en el contexto crítico de las ciencias sociales y en los estudios de medios. Ha realizado labores de comisariado, documentación y gestión en instituciones como ACAX (Agency for Contemporary Art Exchange), ARCO, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, la Fundación MAPFRE, la Fundación Suñol, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales, el Ludwig Museum, Matadero Madrid y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Y publica regularmente en revistas como Arte y Parte, Goya, Lápiz, Pasajes de Arquitectura y Crítica, Pasajes Diseño o Urgente.

12 de noviembre, 2010
aka

CIRCUITOS MMX

EL LABERINTO COMPARTIDO

Análisis curatorial de CIRCUITOS MMX

Una exploración cartográfica que desciende al inmenso abismo de la nada. Una máscara forjada con billetes de cincuenta euros y formulados capitalistas. Una radio desarmada junto a varios recortes de periódico sobre el genocidio ruandés. Desplegables de instrucciones que nos indican cómo comportarnos en la sociedad del bienestar…

Estas y otras inquietantes escenas se podrán contemplar hasta el 8 de Enero en la Sala de Arte Joven Avenida de América. Los responsables de las obras expuestas son ocho jóvenes artistas con muy poco en común; trabajan en Madrid, son menores de 35 años y han ganado la convocatoria de la vigésimo primera edición de Circuitos de Artes Plásticas.

Resulta difícil hallar un hilo conductor en sus obras; más allá del tono crítico general y cierta disidencia político-social, no se aprecian analogías temáticas ni pautas que puedan englobar las obras en una propuesta común ni mucho menos en un manifiesto generacional.

Como bien apunta Teresa Abboud, en las exposiciones colectivas los trabajos no salen bien parados si no hay un buen comisariado. Ese ha sido el cometido de Iván López Munuera, poner orden a un friso de personalidades tan distintas como las técnicas y materiales empleados; desde el vídeo de Esther Achaerandio (Ejercicio de autoayuda III, afirmaciones para atraer el dinero), a las acuarelas de Ignacio García (Fragmentos de una mitología contemporánea), pasando por las instalaciones Teresa Solar Abboud, Sin título (Descenso al abismo Challenger).

La opción más fácil sería aislar las ocho propuestas, dejando que el espectador se encuentre con un artista tras otro. La alternativa; liberar en un mismo espacio una jauría de voces que confluyan en total anarquía. Pero si el objetivo principal del comisario es elaborar criterios y diálogos entre las piezas, lo primero es identificar las conexiones existentes. Puesto que López Munuera concibe al grupo como “una sociedad aristada, llena de confrontaciones, de acercamientos contrapuestos y no pacificados, en debate”, su estrategia es analizar la identidad y el discurso de cada uno, y descubrir después qué es aquello que los conecta.

La herramienta fundamental de aproximación a su trabajo es la entrevista, donde les plantea una serie de cuestiones comunes como las experiencia formativa, la influencia del viaje, la ironía, técnicas y metodologías, las exposiciones colectivas, y conceptos como éxito, fracaso, futuro, o el contexto “arte”.

A través de las reflexiones obtenidas, establece una serie de circuitos que serán el eje del diseño global de la muestra; unos particulares diagramas (expuestos en la entrada y también en el catálogo) que enlazan a los artistas con cuatro aspectos que han determinado supuestamente la naturaleza de sus obras; materiales empleados, tiempos de producción, presupuestos y viajes realizados en los últimos 5 años (en mi opinión, este último punto resulta muy ambiguo, pues no todos los viajes son determinantes en la creación y por otra parte, la catalogación del mundo en cuatro espacios me parece vaga e imprecisa).

López Munuera ha encargado a C+ arquitectos toda una innovadora escenografía, diseñada especialmente para un encuentro con el espectador que resulta bastante lúdico. Un original montaje en el que el espacio queda repartido equitativamente entre las ocho propuestas, jalonadas por unas cortinas de pvc que, en función de su opacidad (transparentes, de rejilla, o totalmente negras), permiten vislumbrar en mayor o menor medida las instalaciones contiguas; obligando a los artistas a compartir sonidos, luces, accesos (las salas son a su vez atajos de otras), atmósferas y sensaciones. Las miradas y voces de los seleccionados pueden así dialogar sin llegar a pisarse ni eclipsarse. Por ejemplo, en toda la planta superior se escucha una mezcla de sonidos heterogéneos, subrayada por el turbador silbido de Ondas que matan, cuyo significado último contradice a aquel que el visitante ha ido preconfigurando en su itinerario. En la inferior, es muy interesante ver cómo el espacio designado a Daniel Martín Corona desempeña un juego con el exterior que afecta al interior (algunos transeúntes despistados se detienen extrañados ante la instalación, como si estuvieran ante una tienda de mobiliario, tratando de contextualizarse y de intuir los espacios más profundos donde la luz se va filtrando hasta la oscuridad).

La sensación de manufactura es una constante en todo el diseño corporativo de la exposición; además del plástico, que cubre por completo alguna de las salas, el material omnipresente es el cartón; en las pequeñas figuras recortables que configuran los circuitos, en los canastos asignados cada artista, en los ingeniosos catálogos diseñados por Monsters club (un completísimo pack con cuadernillos individuales, entrevistas, y fotos de las obras, realizadas por Jorge López conde y Anna Tomich), e incluso en toda la estética del ingenioso vídeo de presentación, (que debido a su emplazamiento pasa un poco desapercibido).

En definitiva, la concepción curatorial de Circuitos MMX acaba convirtiéndose en una obra más, por no decir la protagonista. Este hecho puede ser interpretado como un acto narcisista o innecesario, pero recordemos que esta convocatoria es un escaparate, una plataforma de lanzamiento de nuevas promesas del arte, y su promoción no debería pasar inadvertida. Entendiendo el atractivo para el público como un objetivo, la singularidad e incluso la provocación resultan indispensables.

Lo cierto es que los seleccionados necesitan esa proyección, todos quieren seguir desarrollando su carrera artística, pero ven el futuro incierto (todos excepto Momu & No es, precisamente las más irónicas). López Munuera utiliza las herramientas adecuadas para realzar ante todo la personalidad de los artistas, defendiendo su protagonismo absoluto, incluyendo en la exposición impresiones de sus rostros, como si fueran ídolos de masas, erigiéndoles en las estrellas en las que, de momento, no se han convertido.

Adrián Silvestre.

Cicruitos MMX de la comunidad que viene



Los Circuitos de Artes y Fotografía nacieron en 1988 de la iniciativa del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que ofrece a jóvenes artistas madrileños menores de 35 años la posibilidad de exhibir sus propuestas artísticas en una plataforma de lanzamiento creada especialmente para ellos. La idea principal, bajo la cual se celebra cada edición es apoyar la creación de nuevos dialectos artísticos y elegir las voces más emergentes de los presentados a la convocatoria. Este año, el jurado ha seleccionado ocho artistas: Lara García, Ignacio García Sánchez, Bongore, Teresa Solar Abboud, Daniel Martín Corona, Ester Achaerandio, Momu & No Es, y Lilli Hartmann.


Iván López Munuera(1980), miembro del jurado, es crítico y comisario independiente de arte contemporáneo. Su trayectoria profesional vincula desde el principio el arte español y el diseño (está preparando la tesis doctoral sobre La Construcción de la Identidad en el Arte Español, además de ser colaborador habitual de las revistas como Lápiz, Goya, Arte y Parte, Pasajes Diseño o Urgente). No es de extrañar que el papel del comisario llegara a sus manos. Como lugar de la exhibición de las obras, ha sido elegida de nuevo la Sala de Arte Joven, que el día 4 de noviembre celebró la inauguración de “Circuitos MMX. Espacios Compartidos”.



En el catálogo de la exposición, el comisario subraya en unas primeras palabras que: "No hay un concepto o hilo conductor que unifique todos los trabajos presentados". Consciente de cierta carencia de un leitmotiv de las propuestas artísticas presentadas por los artistas, tuvo que crearlo ex nihilo. En efecto su idea de construir la exposición, conscientemente o no, hace referencia al sistema de las leibnizianas monadas "sin puertas y ventanas" que debajo de “lo visible”, comparten unas ideas que las conectan entre ellas.


El concepto por el que apuesta Munuera es sustituir los “espacios paralelos” por los “espacios compartidos”. Para conseguirlo concentra todas las obras en sólo dos de los cuatro niveles disponibles de la Sala y pretende acercar la mirada del espectador, a lo compartido, aunque se nota un determinado peso del esfuerzo para llegar allí.


El territorio físico de dos niveles de la Sala de Arte Joven es más bien un enclave pequeño que teme a horror vacui e intenta ser conquistado por las obras exhibidas. La mayoría de ellas está incómodamente “encerrada” en las “jaulas” de las transparentes cortinas de pvc que reservan una minidosis de independencia para ellas. Pero dicha transparencia las arranca de esta incubadora „íntima” y las confronta con el Otro (artista), y su “otro” lenguaje artístico (pintura, dibujo, vídeo, escultura), “otro” bagaje de experiencias e influencias. Les corresponde una autonomía de ser, pero es, más bien, una autonomía que bajo la idea del comisario, pretende ser compartida, a veces dolorosamente.


¿Ejemplos? Algunas de las esculturas de Ignacio García Sánchez se pierden en el plano de circuito. La iluminación de Mitologías cotidianas, no tiene piedad y esconde el contenido de los dibujos, pero para compensar dicha “falta”, ofrece la „revelación” de las caras de los espectadores en el cristal que cubre las obras de Sánchez. El olor de las paredes recién pintadas de blanco, muerde el olfato y el folio transparente que „incrusta” la pared donde está colgada la obra de Sánchez, hace escocer los ojos del espectador.


Pero sin sombra de duda, el diseño de la exposición, creado por C+arquitectas, merece un gran aplauso por su trabajo que, desde la entrada de la exposición, crea visiblemente la telaraña de las conexiones entre las propuestas del colectivo artístico que podemos llamar después de Agemben "La comunidad que viene". Igual el catálogo creado por MonstersClub, es una “prótesis” ideal para apoyar el esfuerzo del comisario que vehementemente, busca manera de revelar el compromiso entre “lo individual y lo común”, y “lo consenso y lo disenso”. El catálogo y el diseño subrayan gráficamente los territorios reservados para cada uno de los artistas desvelando las desenmascaradas conexiones entre sus proyectos como viajes que han dejado la huella en sus lenguajes artísticos, materiales que „construyen” su voz artística, tiempo necesario de realizar proyecto. E igual que la obra “Molde de lo real” de Daniel Martín Corona, ya menos irónicamente nos equipan en la instrucción de no perderse en el continente de los “Espacios Compartidos”


Además la idea de recordar a los espectadores la existencia de arte epistolar, también merece una medalla. Mandándoles „las cartas” que incluyen las entrevistas con los artistas que desnudan el micelio de sus proyectos y las muestras de las obras exhibidas, defenden constantemente la idea del comisario que pretende convertir la cacofonía visual de la exposición colectiva en una eufonía que acaricia el oído del espectador. Pero lo que hay que decir este objetivo tan bien marcado que se refleja en el concepto de la exposición, y su diseño, a veces pierde sus contornos en su montaje.

mfr.

Circuitos MMX. Una renovación comisarial de aires pop


La cita anual de Circuitos, que reúne cada año obras de hasta un máximo de 10 artistas menores de 35 años y residentes en la Comunidad de Madrid, se caracteriza en esta su 21ª edición por una cuidada puesta en escena.

El habitual lugar de acogida de Circuitos, la sala de arte joven de Avenida de América se ha transformado de acuerdo a las líneas estéticas que ha ideado el comisario de la muestra, Iván Lopez Munuera, junto con los propias artistas y C+arquitectos.


En la primera sala al entrar, sobre la pared de la izquierda, nos encontramos con un diagrama explicativo de lo que constituye la exposición. Así, gracias a un sistema de leyenda podemos ir desentrañando que materiales ha usado cada artista para las piezas expuestas en Circuitos, cuánto han costado, cuánto tiempo ha llevado su producción y qué continentes han visitado los artistas en los últimos 5 años.

De fondo se escucha el video promocional de la exposición, una melodía pop sesentera que acompaña a la estética del espacio.


En esta ocasión son ocho los artistas representados, cuatro en cada planta del edificio. A medida que uno recorre el espacio va atravesando cortinas de pvc transparentes cuya función es marcar una separación física entre artistas. La solución es discutible pero ante todo práctica. Enfrentarse a comisariar una exposición colectiva donde no existe una línea temática que articule la relación entre unas y otras obras es un ejercicio difícil. En este caso López Munuera establece varias fronteras, primero entre plantas, situando en el piso inferior a aquellos artistas más cercanos entre sí por el tratamiento que hacen de las ficciones narrativas, y en el piso superior a aquellos que abordan realidades sociales que llegan hasta el campo de la investigación. A medio camino entre la ficción y la realidad nos quedarían los dibujos de Ignacio García Sánchez, cuyo estilo nos recuerda a los libros de ilustración infantil pero que en realidad representan un imaginario apocalíptico de destrucción. Junto a los dibujos, hay dos piezas escultóricas que, también desde la ingenuidad de los materiales, se enfrentan a la paradoja de transmitir una cruda realidad.


Arriba se encuentran además la máscara de 1000 euros de Esther Achaerandio y sus afirmaciones para atraer dinero, Bongore y su planteamiento inverso de inmigración y Lara García, que tras un exhaustivo trabajo de investigación sobre el conflicto bélico en Ruanda expone una serie de evidencias, casi policiacas, a partir de piezas de radio a las que prueba como culpables.


En la planta de abajo Daniel Martín Corona, Teresa Solar Abboud, Lilli Hartmann y Momu y No Es presentan instalaciones que juegan con las dualidades de verdadero-falso, realidad-ficción. Así en el caso de Molde de lo Real de Daniel Martín Corona se ‘instruccionaliza’ un proceso como es la contemplación de un cuadro. Lilli Hartmann expone cuestiones existenciales desde el simbolismo del lenguaje, dentro de un encuadre naïve. Teresa Solar Abboud especula con lo que se encontraron los exploradores del Challenger cuando bajaron a la fosa Marianas, y así construye su propia ficción de un hecho real. Momu y No Es plantean lo difícil que es separar ficción y realidad para un escritor, jugando con las formas audiovisuales.


A lo largo de todo el recorrido otro de los detalles que llama la atención es que las paredes han sido cubiertas con sábanas de plástico fino, de las que se usan para proteger muebles cuando se pinta una habitación. La intención de esta modificación es en palabras del propio comisario: “romper con un espacio tan connotado como el cubo blanco”, al intervenirlo se convierte en un lugar objetivo, que ya no está cargado de la significación histórica.


El plástico aparece de alguna manera como hilo conductor y unificador de la exposición ya que incluso el catálogo viene dentro de una bolsa con autocierre, bien conocidas en estos tiempos ya que son las requeridas en los aeropuertos para transportar líquidos.

El catálogo, de distribución gratuita, es precisamente otro de los elementos que más se ha transformado. Se presenta en formato de ocho sobres, uno por artista, dentro se reproduce una entrevista donde se repasa su formación, carrera y planes para el futuro. Dentro de la bolsa se incluyen también dos imágenes de cada artista, impresas en tarjetas de alta calidad. Esta ‘de-construcción’ del catálogo, de tintes posmodernos, permite llevar a cabo una mini exposición según el gusto de cada visitante y facilita el archivo de la documentación, teniendo en cuenta la cuestión de espacio; más de uno nos hemos desecho de catálogos porque sólo nos interesaban uno o dos artistas o por la misma razón los hemos guardado, acumulando publicaciones en las estanterías.


Circuitos aparece como un ejercicio de reflexión beneficioso, tanto para el formato de la exposición anual, habiendo cumplido ya su mayoría de edad, como para el comisariado, donde una serie de guiños autoreferenciales apuntan a un relevo generacional que apuesta fuerte.


gm

CIRCUITOS MMX: ENTRE LO PÚBLICO Y LO INDIVIDUAL

CIRCUITOS MMX es el resultado de la vigésimo primera convocatoria Circuitos de Artes Plásticas que anualmente organiza la Comunidad de Madrid. Constituida por obras de ocho artistas menores de 35 años que viven y trabajan en esta comunidad, y que han sido seleccionados por un jurado, la exposición puede verse entre el 4 de noviembre de 2010 y el 8 de enero de 2011 en el Centro de Arte Joven de la Avenida de América.

Lara García Reyne, José Luis Bongore, Esther Achaerandio, Lili Hartmann, Daniel Martín Corona, Ignacio García Sánchez, Teresa Solar y MOMU & NO ES son los ocho artistas seleccionados. Se reparten ocho espacios diferenciados expresamente para la exposición distribuidos en dos plantas. Temas tan distantes aparentemente como el genocidio de Ruanda y los libros de autoayuda, y la convivencia de las técnicas más tradicionales con las últimas tecnologías hacen de ésta una exposición que refleja la diversidad que tiene lugar dentro de un mismo marco geográfico y generacional.

El encargado de comisariar la muestra fue Iván López Munuera, que también había sido parte del jurado. Con treinta años y amplia experiencia tanto como comisario como crítico de arte y docente, forma parte de la misma generación que los artistas seleccionados, y consigue empatizar con ellos y en particular con el momento profesional en el que se encuentran. La huella de ese territorio común está presente en su trabajo para la Sala de Arte Joven.

Dos ideas fundamentales se convierten en ejes de la exposición. Por un lado, la obligación de que, en una muestra en la que se exhibe la obra de ocho artistas tan diferentes, ninguna quede destacada sobre el resto y ninguna “desaparezca” en el recorrido, y por otro el concepto de “circuito”. La exposición insiste en reflejar la individualidad de los trabajos expuestos al tiempo que las conexiones entre ellos, de modo que se traza (inevitablemente) una especie de panorama del arte emergente madrileño. Como explica López Munuera en el texto de presentación, “no hay un concepto o hilo conductor que unifique todos los trabajos presentados, pero tampoco es una muestra que presenta –uno detrás de otro- una serie de proyectos sin conexión.”

La estrategia museográfica elegida, llevada a cabo por C+arquitectos, ha traducido estas ideas y ha consistido en aislar claramente cada espacio de manera que el visitante se sienta solo al entrar en cada uno de ellos y se encuentre ante la obra de un único artista. Esto consigue también que en la medida de lo posible olvide temporalmente lo que ha visto en la sala anterior y no espere lo que va a ver en la siguiente pero que, a través de cortinas de PVC transparente, pueda al mismo tiempo sentirse en una exposición colectiva, que comunica la obra de diferentes artistas y en consecuencia a éstos. Estas cortinas de PVC que el visitante atraviesa permiten, además de separarlas, comunicar las salas, creando de este modo esa sensación de “circuito”. Cierto aire a recién pintado, incluso inacabado de los muros, plásticos cubriendo algunos de ellos y papeles repartidos sobre las paredes refuerzan y participan de esta idea de “en construcción”.

La exposición se acompaña de información sobre los artistas. Los “folletos” sobre cada uno de ellos y el libreto, diseñados por Monsters Club, pueden consultarse en la sala, por cierto en un interesante recurso que transmite tanto el aprovechamiento de los materiales como el del espacio, y también están amontonados en el suelo, de acuerdo con ese aire improvisado que domina la exposición, a disposición de los visitantes. En estos textos se hace igualmente hincapié en la formación y viajes al extranjero de los artistas. Sobre lo primero porque, al tratarse de artistas jóvenes, es algo todavía cercano, además de querer resaltar en muchos casos la relación con el mundo académico más teórico, y lo segundo para indagar en las influencias y trasvases que tienen lugar gracias a la movilidad para los artistas jóvenes.

López Munuera traslada físicamente a esta publicación gratuita la idea y estética de la exposición: un sobre que contiene imágenes y una entrevista a cada uno de los artistas permite dedicarles individualmente y sin interferencias la atención necesaria, pero en el libreto estas obras dialogan y los artistas conviven, y la idea de convocatoria se refuerza. Este material parece, además, un pedazo de la exposición. Los sobres aparecen desplegados en la entrada sobre la pared, como formando un mural, y vienen en el interior de una bolsa de plástico, el mismo material que separa las salas.

No debió de ser fácil, como explica López Munuera en su texto, comisariar esta exposición. Se encontró con los artistas seleccionados y con una serie de obras que necesitaban de un discurso conjunto para dar sentido a la exposición. Y el discurso terminó siendo precisamente la idea de circuito: una generación que ha viajado, de amplia formación, que colabora y conoce a otros artistas, y que además vive y habla de una sociedad en constante debate.

Inés Plasencia Camps

lunes, 1 de noviembre de 2010

Victoria Civera: Madre Norte

Victoria Civera: Madre Norte

Galería Soledad Lorenzo

Lidia Mateo Leivas


Podría decirse que la obra de Victoria Civera roza casi el simbolismo, como evocan tanto los oníricos paisajes que enmarcan figuras femeninas solitarias, como las formas circulares recurrentes, o la propia tensión de la ausencia explícita.

Sin embargo, no siempre fue así. Pese a contar desde sus comienzos con la imagen de la mujer como paradigma de su obra, la artista valenciana ha sabido evolucionar para reinventarse y ser finalmente capaz de representar toda la fuerza expresiva de la que ya gozaba desde sus inicios, aunque reduciendo ahora las formas a la mínima expresión. La artista, con el tiempo, ha pulido su propio estilo, desbastando lo accesorio y recurriendo a lo esencial. Ese punto álgido, cúlmen o cima que podríamos llamar, ese lugar que exige del artista que lo alcanza el haber dedicado forzosamente su vida al oficio (aunque no sean sólo los años los que necesariamente conduzcan a tan anhelado lugar) es, precisamente, lo que la galería Soledad Lorenzo nos presenta en su nueva exposición, Madre Norte.

El reductivismo formal, casi minimalista, concuerda con la definición que la propia autora da de su obra, a la que califica de silencio. Su simplicidad no le resta significado sino que lo potencia. Se trata de la imagen real de la mujer en la multiplicidad de su propio estereotipo, en donde Victoria, si bien extrae modelos propios de los mass media, lo hace subvirtiendo su rol y enfrentando a la mujer contra sí misma, contra su soledad, contra sus temores, contra el universo hueco que queda tras la lucha por la supervivencia. La artista parece retratar así, con tremenda sensibilidad y poética, la feminidad existente dentro de sí misma.

En la obra expuesta los círculos y los óvalos se repiten con insistencia en cada uno de sus lienzos, de forma que su representación parece estar ligada a la relación de dichas formas con la mujer. La curva, que modela el cuerpo femenino y se atribuye a sus órganos sexuales, está también emparentada con el origen y la fertilidad. Además, si el círculo representó la máxima expresión de la perfección platónica, el movimiento perfecto desde la antigüedad clásica fue a su vez el circular, cuya trayectoria guiaba el desplazamiento de los cielos y orbes celestes. De hecho, el círculo en la obra de Civera ha trascendido el lienzo ya desde los años ochenta, cuando la artista comenzó a utilizar soportes de forma circular a modo de tondos en lugar de los convencionales rectángulos.

La pintura diluida se enfrenta en el lienzo al óleo más pastoso. Unos simples trazos de lápiz delimitan una formas bien acabadas. El color blanco y el gris dominan casi todas las superficies de los cuadros que se tornan así casi monócromas. La simplicidad, tanto cromática como formal, lidera la muestra, la hace coherente y la funde en el todo representado. Así, desde los gritos sordos enfrentados de los dos retratos de la sala central situados junto al cuerpo que yace inerte, en extrema quietud y sosiego, al conjunto de círculos concéntricos custodiados por la mujer que sostiene un puñal, pasando por las siluetas femeninas cautivas en formas esféricas o en paisajes imposibles de realismo sesgado, la muestra permite que cada una de sus partes concuerde y que, aún teniendo cada una su propio sentido autónomo, el conjunto posea también un significado propio. Por otra parte, la escultura, aunque en un papel secundario, forma también parte de este juego simbólico vertebrador.

Si bien hemos hablado de una evolución formal de la artista hacia líneas más depuradas, sería injusto no hacer mención aquí al creciente tamaño en los formatos de sus obras lo que sin duda prueba que la autora se siente ahora más cómoda con su obra que abiertamente expresa sin tapujos, a lo grande. Todo ello denota, al fin y al cabo, la madurez de la persona que ha sabido encontrar no sólo aquello que quiere expresar, sino la forma específica y apropiada, es decir, ha sabido encontrar su propio lenguaje original y exclusivo, como demuestra en cada uno de sus trazos.

No deja de ser curioso el hecho de que la muestra se titule Madre Norte, al igual que un cuadro de la artista, que curiosamente se encuentra ausente en la exposición. No sé si ésta es una forma más de evidenciar explícitamente la ausencia que ya de por sí acarrea su producción, una forma de expresar aquello que, aunque no está, no por ello deja de estar presente. Y es que la obra de Victoria Civera tiene mucho que ver con el vacío y con el silencio, con la soledad y con la ausencia. Es la expresión de lo reducido, de lo mínimo, de lo callado, de lo que casi no es o está desapareciendo. Sus lienzos son como esos pensamientos fugaces que, en nuestra mente, van y vienen incesantemente, que tan pronto están como se escapan. Es falta y es hueco, es oquedad y agujero, es la huella de la ausencia de lo que fue o, quizás mejor, de lo que aún está por venir.