sábado, 30 de octubre de 2010


¿Madre Norte, Madre Civera?

la vida es perfecta, la vida es redonda”

Michael Houellebecq

Una vez Ralph Waldo Emerson escribió: El ojo es el primer círculo, el horizonte que éste forma es el segundo círculo, y se repite incesantemente a través de toda naturaleza. Es una de las propuestas de ver el espacio donde se revelan las realidades. La exposición Madre Norte, organizada por la galería de Soledad Lorenzo, desvela las realidades de Victoria Civera (Valencia, 1955), que nos llevan a un refugio único, donde gritos y susurros bergmaniano-civerianos tienen el nostálgico sabor de fresas salvajes. Las obras seleccionadas por la galería, están vinculadas en torno a leitmotivs como la figura de la mujer y el círculo, que en las últimas décadas constituyeron la gramática y la ortografía del lenguaje artístico de Civera.

En el caso de la exposición Madre Norte, el primer círculo es más bien una lente investigadora, bajo la cual el horizonte, entendido como la figura de la mujer, presenta o oculta sus múltiples posibilidades de ser y estar. Las mujeres proyectadas en los lienzos de Civera, provienen de debajo de su piel. A todas ellas las lleva dentro de sí misma. De este modo, la Madre Norte, título de la exposición, podría convertirse en la Madre Civera.

La artista desvela los mitos contemporáneos de la cosmogonía femenina que no llevan en sí la pretensión de cambiar el mundo. La sencillez y la ambigüedad de la obra de Civera es, más bien, una autorreflexión realizada en voz alta que le permite buscar un sonido propio. Para oír su voz, hay que simplemente abrir los ojos y, al modo bergeriano, estar atento.


La voz, que inicia la sinfonía de Madre Norte, pertenece a la pintura Atada al Universo. Presenta la imagen de una mujer que está flotando por la superficie de un círculo perfecto. Su expresivo make up “elaborado” con ayuda de gruesas capas de la pintura, no nos deja ver su verdadero rostro. Su nombre puede ser “Cada” o “Ninguna”. Sus ojos están cerrados a la realidad que la rodea (la pulsera de luces que lleva en la mano, tal vez es un cordón umbilical que la ata al universo en el que están arraigadas las anclas de su memoria, pero no ella misma) y nos obliga ir más allá de su representación pictórica, hacia su yo íntimo que se esconde detrás de sus pupilas. Este intento de desenmascarar paradójicamente lo visible y dirigir la mirada a lo escondido, a lo esencial que no se manifiesta en las máscaras, ni disfraces, se repite con mucha fuerza en otras obras de Civera, exhibidas en cuatro salas de la exposición.

Las proyecciones pictóricas de su "yo" de Con Jumba , Centro abierto, Searcher , o No te escapes, igual que Atada al universo, están equipadas en el arsenal de los “atributos femeninos”(tacones lejanos, ropa íntima o su falta, las bocas tapadas por una pesada mordaza de pintalabios) parecen más bien portadoras del sentido y no productoras del mismo. Están dentro del círculo, pero la artista con premeditación no les deja llegar a su punto central. Lo que les corresponde en la realidad de lo visible, es una periferia en los mapas de las narraciones, pero el compás (el círculo) indica la dirección donde sus verdaderas voces suenan fuertes.

Madre Norte, Madre Civera, Madre Demiurga, origina la vida y el movimiento de su narración, cambiando el volumen de su voz y las técnicas que deforman la realidad, para sacar de ella nuevos contextos, nuevas texturas que son capaces a la vez de acariciar el ojo y de cortar la pupila. Before, After y Derrame son las obras que “sustituyen” a la mujer atada al universo por una mujer atrapada en el universo de los clichés kafkianos. La “semipresencia” de los uniformes masculinos que no pertenecen a nadie (sus caras borradas del dibujo o ¿borradas de la memoria femenina?) son representaciones del poder masculino y de la opresión que puede provocar. La artista lo denuncia en una frase muy corta, en el grito: “derrame!”.

La reflexión pictórica sobre la opresión sigue buscando su forma de expresión en No te escapes, donde la figura de la mujer atraviesa una de las imaginarias playas siberianas. Encerrada en un marco artificial de la cinta rosada, parece más bien una luchadora que dialoga con los susurros abstractos de Pecadillos familiares, que nos conectan con la memoria del pasado. El paisaje del refugio de aquella memoria, nos invita a sentarse y disfrutar del viaje cíclico que construye nuestro presente(Reciclada, Seat to Flor).

Este es el movimiento mutuo del círculo que explora apasionadamente Civera, exigiendo del espectador “sólo” una política de mirada que no tiene ni principio, ni fin. El epicentro de la narración femenina circula alrededor del punto central de los lienzos, pero no pretende ocuparlo. Porque en la vida redonda de Madre Norte, no se trata de buenas y malas interpretaciones, se trata de la fluidez de la reflexión sobre la figura femenina que despierta en el espectador la obra del artista.


Mfr.