martes, 10 de noviembre de 2009

Jennifer Calles


Las ilusiones fantásticas de RUTH GÓMEZ


Desde que las nuevas tecnologías irrumpieran en el arte, y sobre todo a partir de los años 90, museos y galerías se han visto inundados por medios alternativos a los tradicionales géneros de pintura, escultura o dibujo. Medios cuya técnica sin embargo, aún estando sustentada en la tecnología, no puede verse desligada de conceptos como la ilusión, que no es otra cosa que la distorsión de las percepciones sensoriales. En este sentido el trabajo que presenta estos días la artista Ruth Gómez (Valladolid, 1976) bajo el título Las ilusiones fantásticas, pretender ser, como ella dice, “un homenaje a las ILUSIONES”.

Perteneciente a una generación de jóvenes artistas que crecieron ya bajo la ineludible influencia visual del videojuego, la publicidad o el videoclip, Ruth Gómez ofrece en esta nueva producción, como siempre, una técnica impecable propia de quien se ha formado profesionalmente como grafista de televisión y creativa publicitaria. Además de la nitidez y precisión de sus animaciones, las pinturas de paisajes y flores, los objetos futuristas de ovnis y máquinas del tiempo y los vinilos adhesivos de flamencos que componen la muestra, ofrecen también un acabado al detalle. La renovación de los lenguajes tradicionales y la plena asimilación de los nuevos medios digitales han llevado a Ruth Gómez a un plano multidisciplinar en el que la unión de las artes ayuda a la artista a recrear una vez más su inconfundible estilo basado en las referencias autobiográficas y la estética del rosa.

En obras anteriores como Ruth, Made in Musac (2004) o Animales de compañía (2005), Ruth Gómez abordaba temas relativos a la búsqueda de identidad individual y colectiva acercándose a una postura crítica no solo con la sociedad de consumo capitalista si no también con sus consecuencias en el mundo del mercado del arte. Estos temas la relacionaban con otros jóvenes artistas españoles como Manu Arregui, cuyas animaciones en 3D representan personajes que, aunque virtuales, se convierten en una metáfora sobre nosotros mismos.

Ahora, sin embargo, Gómez se ha dejado llevar por la vía escapista hacia un mundo fantástico que la supera. Tal giro en su trabajo podría verse como la prolongación de su primer discurso en torno a los violentos mecanismos de supervivencia que utiliza el hombre en la sociedad. Así, ahora se nos mostraría la otra cara del juego, la cara amable que conforma el mecanismo de las ilusiones, sin las que tampoco podríamos subsistir. Sin embargo, el juego queda demasiado abierto y Gómez no solo no sabe transmitir al espectador la magia que promete, si no que tampoco consigue que sus obras sirvan como verdadero fundamento del discurso.

Al salir de la galería, dejando atrás el ambiente cyber-kitsch de besos calidoscópicos, flores, ovnis, flamencos y música relajante, uno podría preguntarse: ¿se han convertido las nuevas tecnologías en un fin en sí mismas para muchos artistas que relegan el contenido de la obra, ya no sólo en favor de su forma, sino de su técnica?

Jennifer Calles.

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