martes, 3 de noviembre de 2009

Xabier Gantzarain


Un álbum familiar


Yves Klein nunca aprendió a pintar. No necesitó hacerlo, la pintura le era algo innato; como él decía, “con la leche materna había mamado el gusto por la pintura”. Su padre, Fred Klein, era un pintor figurativo de la escuela del sur de Francia, y su madre, Marie Raymond, fue una de las primeras pintoras del informalismo en París. Parece pertinente, por lo tanto, organizar una exposición que muestra los trabajos de cada uno de ellos, poniéndolos en relación y buscando lazos estéticos, más allá de los específicamente familiares. Dicha exposición, titulada “Herencias” e inédita en España, se puede ver hasta el 17 de enero en la Sala Picasso del Círculo de Bellas Artes.

Desde la misma entrada, en la que se ha montado una especie de piscina rectangular recubierta de pigmento azul ultramar que Yves Klein patentó con el nombre de International Klein Blue (IKB), el profundo y brillante azul característico del artista francés atrae al visitante y cobra protagonismo frente a todas las demás obras. Una vez repuesto del primer impacto visual, una visión panorámica de la muestra proporciona al espectador la sensación de habitar un álbum familiar.

La Sala Picasso deja mucho que desear, por lo que la muestra resulta bastante irregular. No obstante, el número de obras expuestas es considerable, por lo que el espectador puede ver un extracto muy interesante de la obra de Yves Klein. Respecto a la obra de sus progenitores, mientras que la presencia de las pinturas de Fred Klein es casi anecdótica, la obra pictórica de Marie Raymond refleja el empeño y la permanente búsqueda estética de una artista implicada en las tendencias abstractas de posguerra. Aunque no se aprecie unidad en su estilo, la predominancia del color subyace en toda su obra.

Es precisamente en este punto donde se intuye una cierta relación entre la obra de Marie Raymond e Yves Klein. Cuando allá por el 1954 Yves Klein volvió de Japón, se instaló en Madrid, y fue aquí donde publicó su primer libro con planchas monócromas: Yves Peintures. Prologado por un texto mudo de Claude Pascal, se recogían planchas de diversos colores. Casualidad o no, los colores elegidos para esas planchas recuerdan a los colores utilizados por Marie Raymond en sus cuadros.

Era la primera tentativa de un artista que escapaba de todo límite para el arte, que estaba empeñado en destruir las barreras entre arte y vida, pero no como lo estuvieron los constructivistas rusos, más preocupados por los modos de producción y el diseño cotidiano. Yves Klein estaba convencido de que una percepción más espiritual del mundo convertiría la vida en arte. Por consiguiente, se comprometió plenamente con el lema que el mismo proclamó: “un mundo nuevo precisa un hombre nuevo”.

En esa búsqueda de lo espiritual, Yves Klein se centró en la pureza de la monocromía: “sentir el alma, sin explicaciones, sin palabras, y representar ese sentimiento, eso es, creo yo, lo que me ha llevado a la monocromía”. Sus primeros cuadros monocromos expuestos en esta muestra reflejan la incesante búsqueda del artista en aras de la consecución de un color adecuado a sus propósitos. Amarillos, naranjas, rojos, verdes; ninguno lo satisfacía. Hasta que descubrió el azul ultramar. Pero la elección del color no lo era todo, necesitaba que ese azul ultramar fuese luminoso y vibrante. Entró en contacto con Edouard Adam, farmacéutico y químico de París, y después de un año de investigación en el que parecía un alquimista obsesionado, desarrolló un azul intenso y brillante que lo impregna todo y da a cualquier superficie pintada una textura aterciopelada. Ese azul ultramar se convirtió en su seña de identidad, y en su pista de despegue hacia lo inmaterial. Años antes, así escribía Kandinsky en su De lo espiritual en el arte: “La tendencia del azul a la profundidad hace que precisamente en los tonos oscuros adquiera su máxima intensidad y fuerza interior. Cuanto más profundo es el azul, mayor es su poder de atracción sobre el hombre, la llamada infinita que despierta en él un deseo de pureza e inmaterialidad”.

Era un paso lógico. El interés por la monocromía azul devino en interés por la inmaterialidad y el vacío. Interés por un nuevo realismo basado en una nueva percepción. Interés, por otra parte, compartido por artistas coetáneos como Piero Manzoni que rechazaban la mercantilización del objeto artístico. Eran los primeros años 60. Las vanguardias de posguerra se dirigían hacia una conceptualización total del arte; ya no era sólo el desprecio por el arte retiniano. Era la firme convicción de la supremacía de lo espiritual, de lo inmaterial, de lo conceptual.
Parece que los años 60 han quedado muy lejos. E incluso parece contradictorio la exposición (y por lo tanto espacialización y objetualización) de una propuesta tan radical sobre la sensibilidad pictórica pura, sobre la percepción de la vida como arte, sobre la posibilidad de volar en el vacío.

Ahora guardamos nuestro álbum familiar en el teléfono móvil.

Xabier Gantzarain.

3 comentarios:

  1. Está muy bien planteado, no? El orden, la lectura, la interpretación. Pero la frase " La Sala Picasso deja mucho que desear, por lo que la muestra resulta bastante irregular" , me parece poco sutil y que el texto lo da ya a entender.
    Ciao!!

    Comento todos los textos porque mañana no podré ir a clase.
    Siento que aparezca como "Viruta", ha salido sólo con mi cuenta de gmail. Soy Virginia

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  2. A mi me intriga bastante esta frase: " El interés por la monocromía azul devino en interés por la inmaterialidad y el vacío". Creo que sería necesario desarrollarla algo más, porque es meramente descriptiva, y sin embargo, ese salto, del azul a lo inmaterial, parece clave en la obra de Klein.
    Por otro lado, creo que el texto se centra excesivamente en Klein, cuando el tema de la exposición es, en concreto, las herencias con el trabajo de su madre.

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  3. Ordenado y obediente al principio del texto, acatando lo que se pide. Pero para mí la crítica empieza cuando introduces la frase de Kandinsky. Sí ya sé, que quizá eso es demasiado porque en el desarrollo del texto sí señalas bastantes puntos, pero quizá es porque creo que una crítica tiene que ir más allá de lo que cualquiera puede suponer y ver con una visita a la exposición y, en efecto, la frase que te señalan debía ser más desarrollada, además creo que no es que el azul devinierá en su interés por la inmaterialidad y el vacío, sino que de alguna manera, el azul lo supone, concentra ese interés. Y sí ¿donde está la madre?

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