martes, 3 de noviembre de 2009

Jennifer Calles


MARIE RAYMOND / YVES KLEIN. HERENCIAS

Desde 1973 hasta nuestros días, un total de seis exposiciones repartidas entre Francia y Alemania han encontrado su argumento común en las posibles “herencias” entre la obra pictórica de Marie Raymond y la fascinante personalidad artística de su hijo, figura clave para el arte de la segunda mitad del siglo XX, Yves Klein. Ahora en Madrid, el Círculo de Bellas Artes presenta hasta el 17 de enero un séptimo intento, quizás fallido, comisariado por Nicolás Morales.

Una vez más, el rotundo azul ultramar del hijo no ha dejado ver con claridad los colores de la madre. En el caso de Yves Klein, la virtud de haber sabido escoger, a parte de una excelente selección de obras que aportan una visión retrospectiva bastante completa, toda una serie de elaborada e incluso inédita documentación y material audiovisual acerca de su vida y producción, se ve malograda ante la absoluta desinformación que se proporciona acerca de Marie Raymond y con la que el espectador sale inevitablemente de la exposición.

A parte de un breve párrafo introductorio y una escueta biografía en paralelo, no existe indicio alguno en la muestra que ayude al visitante a entender la obra de Marie Raymond, solo su pintura (aunque, como veremos, eso ya es mucho). Para hablar del trabajo de esta madre y artista hay que situarse en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los artistas sentían de forma más latente que nunca la realidad de un mundo terrible. Una necesidad latente de regresar a un estado de pureza e inocencia y partir de cero, es el contexto en el que se sitúan los llamados arte informalista, abstracción lírica o tachismo, todos ellos términos en íntima consonancia y, hasta cierto punto, indisociables. Además, por aquellos años y al otro extremo del océano, en Estados Unidos, se desarrollaba la abstracción, entendiendo ésta como una propuesta de libertad total a través de lo que se dio a conocer como expresionismo abstracto. Sin embargo, la abstracción lírica surgida entonces en París, y a la que nuestra artista estuvo íntimamente ligada, aunque infravalorada por la crítica formalista del imperativo greenbergiano, era igual de libre, basada en la expresión subjetiva del artista a través del gesto.

En el polo opuesto a esta subjetividad, desde finales de los años 50 empiezan a surgir alternativas tan radicales como las del grupo Zero de Dusseldorf o los nouveaux réalistes, y tanto en el uno como en el otro caso Yves Klein se configuraba para estos artistas como un auténtico visionario al que hoy día se le atribuyen los primeros atisbos del arte conceptual.

Sin embargo, quizás no sea tan extremo el aparente enfrentamiento entre expresionismo abstracto y arte conceptual. Más allá de las teorías formalistas de Fried y Greenberg, Harold Rosenberg, quien acuñó el término Action Paiting, establecía una conexión entre el expresionismo abstracto y el arte conceptual alegando que en las obras de Action Painting lo importante no era el cuadro o la imagen, ya que la obra consistía en el proceso de creación de esa imagen, en la acción del artista. De modo que, para Rosenberg, el arte conceptual simplemente supone dar un paso más lejos, pues si una obra puede transmitirse mediante documentación, ni siquiera haría falta llegar a crearla.

Por tanto, si esta exposición pretendiese resumir -y reducir- la “superación” del arte de Marie Raymond por parte de su hijo en términos de oposición bipolar entre ambos movimientos artísticos, estaría incurriendo sin duda en un error y en una limitación.

Tampoco se hace mención alguna en la muestra a la común influencia que ambos artistas recogieron de la filosofía y el mundo oriental. Y, si en el caso de Yves Klein se vislumbran vagas alusiones a través de los documentos que hacen referencia a su formación dentro del mundo del yudo, en el de Marie Raymond nada nos habla de sus experiencias en Japón, donde expuso en diversas ocasiones. Datos de este tipo nos ayudarían sin duda a relacionar la gestualidad y el sentido del signo de la pintura de esta mujer con otro tipo de manifestaciones artísticas a parte de la experiencia europea de un Kandinsky o la americana de un Pollock. Así, en Raymond vemos a veces ese lirismo casi caligráfico que nos hace pensar en artistas ligados al pensamiento oriental como Michaux o Mompó, mientras que en Klein desde las Propositions monochromes hasta las antropometrías o el Teatre du vide, todo responde siempre a los principios de búsqueda de la infinitud y el vacío tan ligados también a la filosofía Zen.

En definitiva, parece que la figura de la madre ha servido de excusa una vez más para hacer de nuevo otra retrospectiva del hijo. Porque si de mostrar “herencias” se trataba, seguro que existían otros caminos. Así, si nos tomamos la visita a la exposición como un recorrido por la vida y obra –indisociables- de Yves Klein, el resultado será gratificante: desde sus primeras monocromías hasta sus últimas experimentaciones con elementos naturales como el agua y el fuego, todo está resumido allí.

Jennifer Calles.

4 comentarios:

  1. Pienso que esta es una de las criticas que mejor sintetiza los requisitos básicos que se nos piden en el taller: info, descripción y opinión. Fácil lectura y, además, estoy de acuerdo con lo que dice...

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  2. Sí, tiene bastante información de contexto, fácil lectura y demás. Pero no es un poco negativa de más desde el principio?

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  3. Me parece que la frase "Por tanto, si esta exposición pretendiese resumir..." no puede ser deducida tan tagantemente como sugieres con ese conector lógico con el que inicias, en efecto, deben realizarse matices en la oposición entre madre e hijo, y como muy acertadamente mencionas ambos tenian una gran influencia de la filosofía oriental pero el desacuerdo plástico creo que es palpable.

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  4. Si por el desacuerdo plástico te refieres Nadia a la imitación tal como la que podría hacer un mono de un cuadro cualquiera (y esta idea no es mía), está claro que prácticamente nada se parece a la pintura de Klein, la cuestión que en este texto se debate no son las herencias estéticas sino las conceptuales. Quedarse en lo formal es ser irresponsable en vuestro trabajo y significa no ir al fondo del asunto. Aprender a ver, no es sólo mirar con los ojos...

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