martes, 3 de noviembre de 2009

Nieves Limón

Algo más que International Klein Blue

No es extraño encontrarnos con otra exposición sobre Yves Klein (Niza, 1928- París, 1962). Por eso, el aderezo es casi imprescindible y así lo ha entendido Nicolás Morales, comisario de la exposición Marie Raymond- Yves Klein. Herencias que podrá verse hasta el 17 de enero en el Circulo de Bellas Artes de Madrid.

Si añadir epítetos parece el requisito necesario en las muestras sobre artistas expuestos múltiples veces, encontrar la razón que justifique esas “coletillas”, que justifique por qué una vez más, se vuelve algo más complicado. En esta ocasión el motivo pasa por lo familiar: tomando como punto de partida las influencias de los padres de Klein (ambos artistas) se expone una retrospectiva de los periodos más destacados en la trayectoria del polifacético Klein, a saber, sus Monocromos, Antropometrías, Pinturas de Fuego y Cosmogonías. A esto se suma, en lo que a obra se refiere, algunas de sus esculturas más conocidas, la famosa fotografía El salto al vacío e interesantes piezas audiovisuales sobre las performances que organizaba. Es decir, nos encontramos ante un recorrido tanto cronológico como temático que comienza con sus raíces familiares y termina con los trabajos del último periodo del creador francés.

Como señalábamos, los padres de Yves fueron artistas: Fred Klein practicó un postimpresionismo con motivos algo naïves; su madre, Marie Raymond, evolucionó de la pintura figurativa que recuerda a Kandinsky y a otros pintores del grupo Der Blaue Reiter, a un expresionismo abstracto bastante personal con formas orgánicas, colores vivos y lienzos de tamaño medio. Partiendo de estas bases, la exposición nos invita a hacer la asociación rápida al construir un collage que reúne escasos lienzos de Fred Klein, junto a una mayor representación de la obra de Marie Raymond y las primeras pinturas de Yves caracterizadas por una presencia del dibujo y de las formas reconocibles (caballos, culebras, huellas de manos y pies). Será precisamente esta figuración pictórica la que irá desapareciendo en el lenguaje de un artista que, de igual forma, cultivó la escultura, la escenografía o las acciones preformativas.

Enfrentadas a sus tempranas creaciones vemos los Monocromos: pinceladas exentas dispuestas sobre un cuadro o sobre láminas a modo de serie/catálogo de colores. Podemos asociar estos cuadros con el poso conceptual que se gestaba en las vanguardias (léase Mondrian o Malévich) presente en la formación artística de Yves Klein, pero las obras de Yves pasaban más por su interés en el color como elemento que vigoriza la percepción del espectador. Klein no concibe el arte como técnica, sino como manifestación de la vida, convirtiéndose el artista en un “coleccionista de estímulos” cuya labor es intensificar la percepción del que mira.

Bajo esa motivación, crea el afamado color que lleva su nombre (International Klein Blue) con el que embadurnará lienzos, mujeres desnudas, esponjas de mar, globos terráqueos… Así mismo, veremos teñida de azul ultramar la Declaración Constitutiva del Nuevo Realismo: movimiento artístico que fundó junto al crítico de arte Pierre Restany en 1960 y donde no sólo se proclama una nueva manera de expresión por parte del artista, sino también la necesidad de un visionado activo por parte del observador. Podría esto llevarnos a pensar el trabajo de Klein en términos de una pretendida creación de obras como textos, pero lo cierto es que él reivindica las sensaciones apelando a ambiciosos conceptos (mente, cuerpo, imaginación) que se llenan de significado, y por tanto se concretan, en el visionado de su obra.


Compartiendo protagonismo con la necesidad de hacer sentir, Klein se centra también en la materialidad de sus procesos, la noción de huella, patente en sus Antropometrías (mujeres que plasman su cuerpo desnudo y pintado sobre lienzos a modo de pinceles vivientes) o en sus Pinturas de fuego (cartón literalmente quemado), las cuales dan pie a todo un discurso sobre la presencia del ser humano en el universo (Cosmogonías). Los términos en los que frecuentemente se apoya la obra de Klein (la esencia humana, su armonía con el mundo) pueden parecernos extremadamente crípticos, esotéricos o incluso vacíos. Es entonces cuando debemos dejarnos impresionar por la intensidad de su(s) color(es) y finalizar en la piscina de pigmento azul: a modo de bienvenida, pero también de cierre, este estanque artificial nos invita a abandonar una exposición que no se resiste a proyectar vídeos y mostrar fotografías o cartas personales (de su estancia en Madrid, por ejemplo) como otro supuesto aderezo necesario.

Así, es precisamente el epíteto (las herencias) lo que el visitante puede intuir, puede incluso percibir (azul es un color fundamental en la obra de Raymond), pero creemos que esta es una razón escasa, o por lo menos difusamente expuesta, para justificar no ya una nueva oportunidad de disfrutar de las obras de Klein, sino una muestra floja en lo que a diferente se refiere.

Nieves Limón.

2 comentarios:

  1. En este y en otros textos creo que se habla demasiado en el azul, cuando se podría hablar más de su estancia en Madrid y de la relación con sus padres y su influencia o no. Pero está genial escrito!

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  2. Creo que el epíteto ha sido un buen pretexto para que hablarás de la muestra, poniéndo una vez más en debate el tema de la pertinencia de la exposición, así como, para que pudieras hablar de la obra de Klein, eso me parece correcto porque hace neutro el texto, es decir, no sólo críticas peyorativamente sino que medias a través de sacar la riqueza de la exposición. Me parece un acierto que en el transcurso del texto sea tú voz la que se oye pero avalada teóricamente. Curiosamente en algunas otra críticas se habló de las antropometrías resaltando su calidad de performativas, como action painting, pero no se había señalado uno de los temas fascinantes que se muestran en la obra de Klein, la huella, aunque se deduce, el tópico no es para nada vanal y creo que ha sido pertinente por lo menos nombrarlo de pasada.

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