martes, 27 de octubre de 2009

Virginia Moya


Ya es innegable que la crisis económica ha llegado al mundo del arte. Tanto la drástica bajada de ventas en las galerías (aunque muchos no lo reconozcan), como los presupuestos a la baja en las instituciones públicas y privadas están afectando a las posibilidades del arte español. Los museos, de hacer ocho exposiciones al año ahora podrán hacer tres, con lo que probablemente la obra de artistas menos conocidos se verá aún menos o se recortarán las ayudas a la producción, entre otros posibles males. Ante la incertidumbre que el futuro inmediato plantea a las instituciones culturales españolas se ofrecen ahora fórmulas imaginativas para paliar los efectos de la crisis. Se debaten ahora sobre qué sacrificar para salvarse (volumen de proyectos, reducir gastos fijos, personal, calidad de las exposiciones, etc.) y es aquí cuando se ve de qué pie cojea cada cual.

El sálvese quien pueda ha saltado a la programación cultural de Madrid. Llega el comienzo de temporada y con ella los must de la cartelera. Según el volumen de publicidad, si quiero ir a una gran exposición no puede faltar la última creación del radical Guillermo Solana en el Thyssen, Las lágrimas de Eros. Aún sabiendo que los visitantes del Thyssen están bajando, y que su financiación depende en gran medida de la venta de entradas, es seguro que debe haber un método más elegante de ganar visitantes que mostrar desnudos en el museo y vender preservativos en la tienda.

Guillermo Solana sí que sabe lo que es entertaintment. Realmente tenía fe en aquello que decía que quería hacer este año, vincular lo clásico con lo contemporáneo, sería algo más que las fotos de Rachel Weistz o de Beckham.

Esperemos que nuestras instituciones culturales sepan programar en el 2010 sin olvidar que su prioridad es ofrecer al público programaciones de calidad. A ver si es verdad que queremos activar públicos y no reforzar conductas de consumidores.

Virginia Moya.

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