viernes, 29 de octubre de 2010

MADRE NORTE: VICTORIA CIVERA O CÓMO MIRAR MÁS CERCA

Inés Plasencia Camps

De círculos, de la atracción y de la huida del centro, de la mujer sacada de su hábitat para ser simplemente observada y de líneas casi invisibles donde habita lo que realmente está ocurriendo se han llenado las paredes de la Galería Soledad Lorenzo, que acoge estos días la exposición “Madre Norte”, compuesta por las últimas obras de la artista valenciana Victoria Civera.

Sus lienzos están protagonizados por mujeres arrancadas de los espacios habitables y por formas abstractas dominadas por el círculo. En la exposición se combinan los grandes formatos, que se dedican a esa mujer aislada, con los formatos pequeños, y las formas rectangulares se combinan con lienzos circulares. Apenas una quincena de obras repartidas en cuatro espacios, que incluyen también dos esculturas, en las que la artista trabaja con la mezcla de materiales buscando texturas casi transparentes que se vean sorprendidas por pequeños detalles de color o de un material más denso. Cuando se observan desde más cerca se revela siempre una minúscula mancha. En muchos casos es una salpicadura roja, en otro el lazo rosa de un liguero, en otro la huella de algo parecido a petróleo. De este modo, la técnica mixta de Victoria Civera se convierte en vehículo de los diferentes niveles de lectura de su obra. Las líneas de lápiz de Before son la escritura con la que se manifiesta la violencia. La franja rosa fluorescente de No te escapes enmarca la figura y la aísla de la naturaleza.

Las obras figurativas de la exposición, sin duda las más interesantes, están dominadas por esa mujer sola y aislada. Dos de las piezas más destacadas de la exposición, Con jumba y Centro abierto, enormes cuadros de forma circular, parecen fotografías extraídas de cualquier revista de moda, y son la imagen sacada de contexto de esa mujer artificial que mira como desprevenida al objetivo de alguien que la quiere a su medida. Pero Victoria Civera la somete a la mano de quien pinta lo que esa imagen esconde. En Con jumba, una mujer sometida al ridículo abrazada a un mono, semidesnuda, encerrada en un círculo y entre dos círculos. En Centro abierto, una absurda aviadora con tacones en medio de la forma geométrica perfecta que existiría con o sin ella, mientras una oruga se pasea y nos recuerda cuánto tiempo puede llevar esa mujer en esa postura.

Otro de los lienzos de gran formato es la obra de 2010 Derrame. Frente a una naturaleza inhabitable, la mujer está tumbada sobre el agua, de espaldas a nosotros, esta vez agotada y abandonada ante el paisaje sobre un denso líquido negro que emana de no sabemos dónde ni de qué. También en esta sala, la pareja Before y After nos relata el anuncio y la consumación de la violencia. La figura de la misma mujer aparece descentrada, atraída hacia el fondo. En la primera, dos hombres sujetan a la mujer por cada brazo, aunque de lejos sólo vemos dos manos contra las que su arma, una línea naranja, apenas puede hacer nada. La segunda es la consumación de la violencia que el primero anunciaba, y la cabeza se hunde en un fondo verde salpicado de manchas rojas.

No te escapes, en la que Civera juega esta vez con los encuadres por medio de una línea de papel pegado rosa fluorescente, culmina la exposición. La mujer lucha por salir de un líquido parecido a petróleo, pero después del líquido tendrá que luchar con esa línea, y después tendrá que hacerlo con la naturaleza.

Las pinturas abstractas de la muestra parecen desaparecer ante los grandes lienzos figurativos, aunque encuentran su sentido junto a las demás obras de la exposición, con las que conecta en sus formas fundamentales. Repartidos por las cuatro salas, los cuadros de la serie Pecadillos familiares eliminan aparentemente a esa mujer y la reducen a su símbolo esencial, el círculo, siempre interrumpido por alguna forma o línea de color.

En cuanto a las dos esculturas que incluye la exposición, se trata de formas orgánicas donde el círculo y el color, así como la importancia de la materia, vuelven a dominar. Reciclada es una silla donde esperar, donde puede uno sentarse a mirar todavía en esa naturaleza imposible, que mezcla la tela, el plástico y la paja proponiendo tocar con la vista un lugar a todas luces incómodo.

La exposición de Victoria Civera nos invita a preocuparnos, a preguntarnos y a observar a esa mujer inquietante. Para conectar con ella es necesario hacerlo en primer lugar con la transparencia de los colores, con el deseo de mirar más cerca y ver las líneas y la mezcla de materiales, con el espacio casi vacío de los cuadros, con los objetos que esperan. Al mismo tiempo, paradojas aparte, nos invita a confiar en la primera sensación que tengamos al entrar en la sala. Podemos mimetizarnos con las obras y sentirnos también nosotros absurdos personajes observados en un espacio inhabitable, o podemos sentirnos violentados ante una obra que parece silenciosa hasta que miramos más cerca.

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